Miscelánea

Se tambalean los pilares de la paternidad

Hace tres años, según datos del Censo de Población y Vivienda (2020) había 21.2 millones de padres. Un pilar que se tambalea; momento para reflexionar en torno a esta gran responsabilidad de serlo.

El investigador del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la UNAM, Felipe Olivos Santoyo refiere que la paternidad ha sido el espacio de confrontación de varios hombres para decir: “yo no quiero eso”, respecto a lo que a ellos les tocó vivir con sus propios progenitores.

Puede parecerles que no es óptimo que solo ellos ejerzan la autoridad dentro de la familia o que sean los únicos proveedores, y si lo es, comenzar a participar más en aspectos poco valorados y reconocidos, como los cuidados de los hijos.

Por supuesto, “aún no estamos a la par” con las mujeres; ahí están las encuestas que miden “la diferencia abismal” entre el tiempo que unas y otros dedican al cuidado de los menores, pero se vislumbra cada vez más que los varones participan de manera más decidida y constante en esos trabajos, precisa el experto.

Hasta ahora lo que más han desarrollado los varones es su capacidad de jugar con los infantes. Estamos lejos de la equidad, pero hacia allá apunta el avance. “Podrían faltar dos o tres generaciones para que la situación se remonte”, considera el universitario.

Si algo nos ha enseñado la COVID, recuerda Olivos Santoyo, es que el trabajo de cuidados es fundamental y que no puede ser únicamente una obligación femenina, sino una corresponsabilidad compartida de los padres.

Transformación profunda

Tradicionalmente la figura paterna ha sido ligada a la autoridad. La voz del padre casi es sacrosanta; su lugar se ubica en la cabecera de la mesa, y a él se le sirve de manera prioritaria; su función ha sido proveer de bienes económicos a su familia. Este es uno de los anclajes de la paternidad en nuestro país.

Sin embargo, los pilares de lo que tradicionalmente ha sido importante en la paternidad, la función de autoridad y de provisión económica, se tambalean ante los nuevos roles que desempeñan las mujeres, advierte el especialista en masculinidad hegemónica y nuevas masculinidades.

Nos encontramos en una situación de transformación profunda que, en general, los hombres todavía no avizoramos; ¿cuál es el lugar que vamos a ocupar después de este maremágnum, del papel enorme que las mujeres protagonizan en distintos lugares de la sociedad y del mundo?

Esto es una suerte de revolución global, y la respuesta de los varones ante la pérdida de su lugar central en el mundo es de azoro, de conmoción que se puede expresar de distintas formas, señala.

“Estamos en un pasmo, en una falta de claridad de cuál será nuestro lugar y cuáles serán las formas de rearticular nuestras relaciones con las mujeres y con otros hombres”, añade el investigador.

Para el universitario, en la actualidad es posible “abrir el velo y comenzar a pensarnos y valorar lo que somos como padres de hijas e hijos, frente a lo que fuimos como hijos de ciertos padres”.

Hay una situación de punto de inflexión en varios hombres que buscan formas distintas a la tradicional de ser papá: proveedor, poco involucrado en la crianza y en la educación, figura de autoridad y a veces del autoritarismo familiar, y sin un efectivo vínculo afectivo.

A esas paternidades que varios vivimos y padecimos, tenemos la posibilidad de mirarlas de manera crítica e intentar cambiarlas. No obstante, lo nuevo está lejos de llegar porque implica transformar toda una estructura de privilegios, y muchos no quieren renunciar a ellos.

Hay grupos en la sociedad que todavía se resisten al cambio. Hay una paternidad irresponsable y por ello 18 por ciento de los hogares son monoparentales (encabezados por mujeres que se quedaron solas porque los hombres se dieron media vuelta y dejaron a su familia).

“La falta de manutención es tan grande que vemos que se han comenzado a castigar tales ‘usos y costumbres’”.

Se deben generar discursos que legitimen y hagan deseable que los varones se entreguen en cuerpo y afecto a sus hijas e hijos. Pero “si seguimos viendo y escuchando lo mismo, esto no va a cambiar”, enfatiza Olivos Santoyo. PdC.

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