La Libreta del Cine…

 “Pobres criaturas”, dirigida por Yorgos Lanthimos, se destaca como otra obra maestra del cineasta griego, conocido por películas como Langosta, El sacrificio de un ciervo sagrado, y su incursión en los premios con La favorita.

La película, protagonizada por Emma Stone como Bella Baxter, una creación del excéntrico científico Godfrey Baxter (Willem Dafoe), es visualmente sorprendente y merece la atención que reciba en la temporada de premios.

La trama sigue a Bella, una joven que aprende a hablar y vivir desde cero, y que a medida que descubre la verdad de su creación, emprende un viaje de autodescubrimiento, acompañada y obstaculizada por Duncan Wedderburn (Marc Ruffalo), un aristócrata peculiar.

Desde el principio, la película se presenta como algo único, con escenas filmadas a través de un lente ojo de pez y acompañadas de elementos visuales surrealistas, como un híbrido de perro-pato.

Lanthimos toma una trama tipo Frankenstein y la transforma en una historia sobre la búsqueda de la pasión y la libertad sexual.

La película es impactantemente explícita en términos de sexualidad y ocasional gore, características que han caracterizado el estilo distintivo de Lanthimos.

El guion de Tony McNamara aporta un humor malicioso y consciente de la extrañeza de la historia, mientras que el diseño de escenario y los trajes diseñados por Shona Heath, James Price y Holly Waddingham, contribuyen por mucho a la atmósfera única de la película.

La actuación de Emma Stone es destacada, ya que se sumerge completamente en el personaje de Bella, aprovechando al máximo el diálogo fragmentado y la naturaleza sin reservas de su papel. El elenco de apoyo, incluyendo a Ruffalo, Dafoe y Ramy Youssef, también brinda actuaciones notables.

En conjunto, Pobres criaturas es un cuento de hadas extraño y brillante que provocará fuertes reacciones.

Es una contendiente potente para los premios de la temporada, destacándose por su magnificencia artística y su enfoque único.

Aunque puede no ser para todos, la película demuestra la cohesión y sincronización excepcionales entre el equipo detrás y frente a la cámara, característica de las obras de Lanthimos.

Crítica de Antelmo Villa.

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