Por Bernat del Ángel.

 Estoy cansado. Las personas están agotadas. La fatiga es palpable. Millones de terrícolas han renunciado a sus trabajos. Esto va más allá de los calendarios laborales; está afectando el espíritu de los humanos. Nos encontramos en la era de “El gran cansancio”, un momento en el que buscamos redefinir nuestra relación con el trabajo para combatir el persistente agotamiento.

Estamos dejando de lado actividades comunes y de bajo estrés, como hacer ejercicio o ir al supermercado. La recuperación de la pandemia, la inflación y el estrés global se suman a este agotamiento físico, mental y emocional completo.

¿Por qué aumenta el agotamiento? Los factores que intentamos ignorar pero que más contribuyen son los estilos de vida insostenibles, el estrés fuera de nuestro control y la inseguridad financiera. Hemos normalizado estos aspectos, pero al hacerlo, ignoramos su impacto en nuestro bienestar físico y mental.

Las personas que viven en “zonas azules”, donde la gente vive vidas más largas y saludables, priorizan las necesidades humanas básicas. Comen alimentos integrales, tienen vidas sociales ricas, se mueven regularmente y trabajan con un propósito. Fuera de estas zonas, la vida diaria se trata de cumplir demandas, no de satisfacer necesidades humanas fundamentales.

Hace cincuenta años, un solo ingreso podía permitirte una casa y un coche. Hoy en día, un doble ingreso apenas puede cubrir una de esas necesidades. La frustración de trabajar duro y no tener seguridad financiera es comprensible. Esto lleva a una sensación de derrota, que se parece mucho al agotamiento.

Hemos sido una sociedad centrada en el trabajo durante generaciones, pero cada vez es más difícil persuadir a las personas para que vivan una vida ocupada cuando no se traduce en una mejor calidad de vida. La confluencia de estilos de vida insostenibles, estrés fuera de nuestro control e inseguridad financiera nos deja exhaustos.

A pesar del cansancio y la desilusión que pueden invadir nuestras vidas, aún hay esperanza. En medio de la turbulencia y el agotamiento, podemos encontrar la fuerza para redefinir nuestras prioridades y buscar un equilibrio que nos permita vivir con mayor plenitud y significado.

Es importante recordar que la vida no se trata simplemente de trabajar para sobrevivir, sino de encontrar la alegría en cada día, de cultivar relaciones significativas y de perseguir nuestras pasiones con determinación y entusiasmo. Aunque el camino pueda parecer difícil en ocasiones, cada obstáculo que enfrentamos nos brinda la oportunidad de crecer y aprender más sobre nosotros mismos.

La clave está en reconocer que nuestras vidas son demasiado valiosas para desperdiciarlas en la búsqueda interminable de la perfección o el éxito material. En cambio, debemos centrarnos en lo que realmente importa: el amor, la conexión humana, y el cuidado de nuestro bienestar físico, mental y emocional.

Al abrazar nuestra humanidad y aceptar nuestras limitaciones, podemos encontrar la paz interior y la serenidad que tanto anhelamos. Recordemos que somos seres imperfectos en un mundo imperfecto, y está bien. Lo importante es seguir adelante con valentía y compasión, tanto hacia nosotros mismos como hacia los demás.

Así que, mientras nos enfrentamos a los desafíos de la vida moderna, recordemos que siempre hay una luz al final del túnel. Sigamos adelante con esperanza y determinación, sabiendo que cada paso que damos nos acerca un poco más a la realización de nuestros sueños y a una vida llena de significado y propósito.

Vale, ahora que lo pienso, los cansancios, las fatigas, tal vez son solo trampas que nos pone la vida para los que merecen ser engañados.

La verdad esta gritando ahí dentro, para quién la sepa escuchar claro. PdC.

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