¿Ustedes saben qué es la rubéola, la varicela, el tétanos, el sarampión, la poliomielitis, la tosferina, la difteria…todas esas enfermedades de las cuales fuimos protegidos cuando nos vacunaron de niños?
Creemos que muchos de nosotros no lo sabemos, pero de lo que sí estamos seguros es que gracias a que nuestros padres nos inmunizaron al llevarnos a vacunar, ahora no las padecemos, y aunque suene fuerte, no estamos muertos.
Y es que el ser humano siempre ha estado expuesto a cualquier virus o bacteria, sin embargo, hoy en día las enfermedades infecciosas atraviesan fronteras con facilidad e infectan a las personas que no están protegidas.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, las vacunas son una forma sencilla, inocua y eficaz de proteger el cuerpo humano contra enfermedades dañinas antes de entrar en contacto con ellas.
Por eso es que en las primeras etapas de la niñez se nos vacuna contra el sarampión, tétanos, tosferina, rubéola, entre otras, antes de que nos relacionemos, más allá de nuestros padres, con personas que quizá tengan estos males o entremos en contacto con objetos contaminados.
Una de esas vacunas que se nos aplican de pequeños es contra la Difteria, infección bacteriana grave que afecta a las membranas mucosas de la nariz y la garganta.
Se produce por la bacteria Corynebacterium diphtheriae que suele multiplicarse en la superficie de la garganta o la piel, o cerca de ella.
Es un mal que puede tratarse con medicamentos, pero que en etapas avanzadas puede dañar el corazón, los riñones y el sistema nervioso; incluso con tratamiento, puede ser mortal entre el cinco y el 10 por ciento. La tasa de mortalidad es más altas en los niños menores de cinco años o en los adultos mayores de 40 años.
De acuerdo a información de Mayo Clinic, niños y adultos que no tienen las vacunas al día, se encuentran en mayor riesgo de contraer difteria, así como quienes viven en condiciones insalubres o de hacinamiento, o cualquier persona que viaje a una región donde las infecciones de difteria son comunes.
Dolor de garganta y ronquera, glándulas inflamadas en el cuello, una membrana gruesa y de color gris que recubre la garganta y las amígdalas, son los síntomas que generalmente inician de dos a cinco días después de contraer la infección.
Otros signos de la difteria es dificultad para respirar o respiración rápida, secreción nasal, fiebre y escalofríos, además de cansancio.
En algunos casos, la infección con las bacterias que causan la difteria provoca una enfermedad leve, o sin signos y síntomas evidentes. Las personas infectadas que no saben que tienen la enfermedad se conocen como portadores de la difteria. Se los llama portadores porque pueden trasmitir la infección sin estar enfermos.
¿Cómo se transmite la difteria?
La Corynebacterium diphtheriae se trasmite cuando una persona infectada estornuda o tose, lanza al aire gotas contaminadas, y es posible que las personas que estén cerca inhalen la bacteria, sobre todo si las personas viven en condiciones de hacinamiento.
A veces, se contagia con difteria cuando se manipulan cosas de una persona infectada, como pañuelos desechables o toallas de mano que se han usado y que pueden estar contaminadas con la bacteria.
Tocar una herida infectada también puede transmitir las bacterias causantes de la difteria.
Las personas que se han infectado con la bacteria y que no han recibido tratamiento pueden infectar a personas que no han recibido la vacuna contra la difteria, incluso si no muestran ningún síntoma.
De no tratarse, la difteria puede derivar en problemas respiratorios, ya que produce una toxina que daña el tejido en la zona cercana a la infección, generalmente la nariz y la garganta.
La toxina puede diseminarse por el torrente sanguíneo y dañar otros tejidos del cuerpo, como el músculo cardíaco provocando su inflamación que puede causar insuficiencia cardíaca o muerte súbita.
Esa toxina daña también los nervios, comúnmente los de la garganta que puede ocasionar dificultad para tragar. Los nervios de los brazos y las piernas también se pueden inflamar, lo que provoca debilidad muscular.
Si la toxina de la difteria daña los nervios que ayudan a controlar los músculos que se usan en la respiración, estos músculos pueden quedar paralizados.
¿Cómo se puede prevenir?
Con la vacuna conocida como triple, pues se combina contra el tétanos y la tosferina. La vacunación consiste en una serie de cinco inyecciones que, por lo general, se administran en el brazo o muslo, a niños de dos, cuatro, seis, 15 a 18 meses y de cuatro a seis años.
La vacuna contra la difteria es eficaz para prevenir dicha enfermedad.
Ahora sabemos lo importante que fue que nuestros padres nos hayan llevado a vacunar contra esta enfermedad que es grave y hasta mortal. PdC.