*Demos un espacio en nuestro jardín o balcón…
Sería fabuloso tener todos los días como visitantes a esas encantadoras aves llamadas colibríes. Verlas revolotear en nuestra ventana o jardín, o si no tenemos, mínimos en nuestras macetas. Sorprendernos con sus fascinantes colores. Lo que puede ser posible si les hacemos un espacio en nuestro hogar.
Te platicamos que al igual que las abejas y los murciélagos, los colibríes realizan una función ecológica importante en la conservación de los ecosistemas al tratarse de una especie polinizadora.
Aunque no se encuentran en peligro de extinción, están perdiendo su hábitat por eso es súper importante acogerlos aunque sea en un pequeño espacio de casa, ya sea un balcón o una terraza, o en el quicio de una ventana en donde podemos poner un par de macetas que los atraiga y al mismo tiempo les sirvan de alimento.
¿Cómo podemos hacer un refugio para ellos?
Para empezar, los espacios deben ser accesibles para las especies. Un lugar abierto (puede ser un balcón), desde una maceta hasta las hectáreas que se deseen tener.
Las plantas recomendadas para que se acerquen son: mirtos, salvias, aretillos, toronjil y muicle, entre otras, y de acuerdo con el tipo de polinizadores que deseen atraer.
Por ejemplo, en la FES Iztacala tenemos una variedad de formas de flores para abejas, abejorros, mariposas, colibríes, etcétera.
Bien haríamos en proporcionar un espacio al colibrí para que no pierda su hogar en medio de tanto cemento de las grandes ciudades.
Porque como dicen las expertas, conservar a los polinizadores significa preservar su hábitat; en ciudades como la de México se ha hecho lo contrario, destruirlo y quedarnos con lugares llenos de cemento, sin espacios naturales para que estas aves e insectos sobrevivan.
Para darles un espacio en esta gran ciudad, universitarios liderados por la directora de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala, de la UNAM, María del Coro Arizmendi Arriaga, llevan a cabo actividades encaminadas a la conservación de esta especie.
Una de ellas es el Taller “Colibríes en mi casa. Aprendiendo a hacer mi propio jardín”, cuyo propósito es mostrar a los participantes cómo establecer un espacio con la selección adecuada de plantas.
Estos sitios proporcionan, al igual que a otras especies polinizadoras, alimento, refugio y ambientes de reproducción, a la vez que esas aves e insectos que ahí confluyen, en su interacción con las plantas, permiten que estas produzcan más néctar con mayor proporción de sacarosa que otras.
En nuestro país existen 59 especies de colibríes, trece de ellas endémicas, es decir que soy propias de nuestro territorio nacional; siete en peligro de extinción a nivel nacional.
Aunque en la Zona Metropolitana del Valle de México ninguna se encuentra en esa condición, existen reportes del avistamiento de 21 especies, en promedio, “lo que para una metrópoli como esta, que es puro cemento y menos áreas verdes, sí es un número importante”.
En las zonas con mayor urbanización de las orillas del sur de la Ciudad de México, en especial donde inician los bosques, dos de ellas son las más comunes: el colibrí barba negra (Archilochus alexandri) y el colibrí opaco (Phaeoptila sordida).
Explica que son especies ligeramente distintas a las que se avistan en la zona norte por la diferencia de condiciones ambientales; es decir, el sur es más alto, está más cerca de los bosques, mientras que el norte, en Tlalnepantla donde se ubica la FES Iztacala, es más plano y seco, llueve menos y está alejado de los bosques.
No obstante, en esa unidad multidisciplinaria se generan espacios diseñados con plantas florales como fuente de alimento y supervivencia.
“Es como un oasis verde en una zona industrializada”, comentó la universitaria, quien creó en 2014 el primer jardín de este tipo, con la finalidad de recrear su hábitat natural, incrementar la población y estudiar su comportamiento biológico.
Sobre el tema central del taller, cuya primera edición se impartió de manera presencial durante la Semana Internacional de los Polinizadores (del 19 al 23 de junio), es la conservación, por lo que se busca que realice una selección adecuada de plantas a sembrar.
Esta actividad académica está dividida en: el taller per se, en el que se instruye sobre cómo crearlos, y una serie de charlas a cargo de expertos de la UNAM y de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, sobre sus áreas de estudio relacionadas con el valor y la importancia de los polinizadores para la conservación.
Alimento para los colibríes
Laura Núñez refiere que las plantas deben ser aquellas que proveen el néctar y alimento que requieren los polinizadores. Nochebuenas, lavandas, buganvilias, entre otras, solo los atraen por su colorido, pero que no les aporta ningún recurso y los colibríes gastan energía tratando de buscar alimento.
Asimismo, precisó que se han realizado diversas acciones para conservar los colibríes y en las que se ha brindado asesoría. Por ejemplo, el gobierno de la Ciudad de México (CDMX) recuperó el Gran Canal, un río que entubó y reforestó, se plantaron flores, además del proyecto Jardines para la Vida: Mujeres Polinizadoras.
También algunas compañías privadas han instalado jardines, así como varios planteles de bachillerato del Instituto de Educación Media Superior de la CDMX.
Además, en la UNAM, no solo la FES Iztacala cuenta con estos coloridos espacios, también la Escuela Nacional de Trabajo Social, la Facultad de Psicología, el Colegio de Ciencias y Humanidades Sur, TV UNAM, la Unidad Interdisciplinaria de Arquitectura del Paisaje y la Escuela Nacional de Estudios Superiores Morelia.
Las universitarias aclararon que los picaflores no pueden vivir en cautiverio, no son aves de jaula puesto que una de sus mayores características es que son los mejores voladores de la naturaleza y si no los dejan volar, se deprimen y mueren.
Tampoco se deben comprar colibríes muertos como amuleto, una práctica ilegal que persiste porque sigue existiendo la creencia de que tenerlos es bueno para el amor. PdC.