“Saltburn” de Emerald Fennell, si bien muestra sus influencias, no logra convencer del todo a pesar de su premisa intrigante. La película se asemeja a “El talentoso Sr. Ripley” y otras obras que exploran la vida glamorosa y descuidada de la élite, pero no logra alcanzar la irresistible calidad que se esperaría.

La trama sigue a Oliver Quick (Barry Keoghan), un estudiante en la Universidad de Oxford que, a pesar de no pertenecer a la alta sociedad, se ve fascinado por Felix (Jacob Elordi), un aristócrata encantador. La historia se desarrolla en torno a la aceptación de Oliver en el círculo íntimo de Felix, llevándolo a un castillo en Saltburn, donde conoce a la familia aristocrática de Felix.

La película presenta elementos de voyeurismo, opulencia y drama familiar, con un elenco talentoso que incluye a Rosamund Pike, Richard E. Grant y Carey Mulligan en un cameo. Aunque el filme tiene aspectos destacados, como la actuación convincente de Jacob Elordi, varios problemas afectan su impacto general.

La representación superficial de los muy ricos se siente exagerada, con momentos que buscan escandalizar pero caen en provocaciones vacías. Las escenas de sexo, en lugar de ser auténticas, parecen destinadas a generar sorpresa sin un propósito claro.

Además, la película intenta presentar a la familia aristocrática como los “peores”, pero la representación se siente forzada y poco auténtica.

El personaje de Oliver, aunque interpretado por Keoghan de manera competente, carece de coherencia en sus acciones y motivaciones. Aunque la película busca sorprender al espectador, las acciones de Oliver terminan sintiéndose desconectadas y poco convincentes, lo que afecta la fuerza narrativa de la historia.

En resumen, “Saltburn” tiene elementos destacados, como su elenco talentoso y algunos momentos visualmente atractivos. Sin embargo, la superficialidad en la representación de la élite, las provocaciones vacías y la falta de coherencia en el desarrollo del personaje principal contribuyen a que la película no alcance su potencial completo. PdC.

Crítica de Antelmo Villa.

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