Leer “Submundo” de Don DeLillo es como lanzarse a un océano de palabras sin un mapa claro. Con 902 páginas, esta novela mastodóntica pretende capturar la esencia de Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX, intercalando personajes históricos y anónimos en una narración fragmentada, donde el hilo conductor es difuso y el ritmo, a ratos, exasperante.
La premisa central —si es que puede decirse que hay una— parte de un hecho aparentemente trivial: la mítica pelota de béisbol del partido entre los Dodgers y los Giants en 1951. Esta bola, golpeada por Bobby Thomson, se convierte en una especie de tótem que recorre la historia, conectando a diversos personajes en un collage de obsesiones, paranoias y decadencia americana. Entre ellos, destaca Nick Shay, empresario del sector de residuos y uno de los protagonistas más inexpresivos que uno pueda encontrar. A lo largo de la novela, su vida y su fijación con la basura funcionan como una metáfora de la descomposición de la sociedad estadounidense, aunque su arco narrativo es tan gris y apático que apenas genera interés.
Don DeLillo apuesta por una estructura en retroceso, comenzando en los años 90 y viajando hacia los 50. Si bien este recurso podría haber aportado profundidad, aquí se siente más bien como un artificio que oscurece la historia en lugar de enriquecerla. La sensación es que Don DeLillo juega con el tiempo no para iluminar su relato, sino para hacerlo más críptico y demandante.
El gran acierto de “Submundo” está en su capacidad de capturar el aire paranoico de la Guerra Fría. Hay personajes que diseccionan el simbolismo de los billetes, otros que deliran con Groenlandia y el número 13, y paranoias sobre la mancha en la cabeza de Gorbachov. En estos momentos, “Submundo” brilla: es un espejo de la locura colectiva, de una sociedad aterrorizada por la amenaza nuclear y la destrucción masiva.
Sin embargo, la estructura coral, lejos de ser un recurso efectivo, diluye la intensidad de la narración. Hay momentos de brillantez, pero también interminables páginas que podrían haberse reducido sin afectar en nada la experiencia. El propio Nick Shay, con un pasado que podría haber sido fascinante (asesinato incluido), termina siendo un personaje plano, incapaz de despertar empatía o repulsión.
Al final, “Submundo” es una novela ambiciosa y laberíntica, pero también fría y monolítica. Su retrato de una sociedad obsesionada con el consumo, los residuos y la paranoia nuclear es potente, pero la falta de un núcleo emocional sólido la convierte en una lectura ardua y a menudo exasperante. Un libro que muchos alaban como una obra maestra de la literatura estadounidense moderna, pero que para otros no es más que un inmenso rompecabezas sin alma.
Don DeLillo (New York, 1936) es un escritor estadounidense conocido por sus novelas que retratan la vida de su país a finales del siglo xx y principios del XXI. Es considerado por la crítica especializada como una de las figuras centrales del posmodernismo literario. PdC.
Escrito por B. Del Ángel.