Isaac Bashevis Singer nos sumerge en un relato vibrante que oscila entre la pasión desbordada, la culpa asfixiante y la lucha constante por la redención en un mundo despiadado. “Keyle la pelirroja” deja huella, no solo por su riqueza narrativa, sino por la manera en que teje un fresco social y emocional sin concesiones, poblado de personajes que oscilan entre la desesperación y el deseo, el anhelo de cambio y la fatalidad de lo inmutable.
La historia sigue a Keyle, una mujer que, tras ejercer la prostitución, intenta hallar un nuevo sentido a su vida dentro de la comunidad judía. Su búsqueda la lleva a enredarse con Búnem, hijo de un humilde rabino, mientras lidia con la figura persistente de Yarme, su marido exconvicto, y la oscura influencia de Max, un proxeneta ambicioso que pretende trascender su propio papel en la historia. Isaac Bashevis Singer articula esta trama con la precisión de un cirujano: cada movimiento de los personajes, cada decisión y cada encuentro están marcados por un torbellino de emociones y contradicciones.
Dividida en dos partes, “Keyle la pelirroja” inicia en el gueto de Varsovia y luego se traslada a Nueva York, reflejando la promesa de un nuevo comienzo que nunca llega a cumplirse del todo. Singer nos muestra que la geografía puede cambiar, pero los tormentos internos de sus personajes persisten, como si el peso del pasado fuera imposible de sacudirse. Varsovia es miseria, represión y caos; Nueva York, una ilusión que pronto se desmorona.
Isaac Bashevis Singer, como siempre, ahonda en los dilemas existenciales con su estilo característico: una mezcla de ironía, realismo descarnado y una mirada lúcida sobre la naturaleza humana. Sus personajes son complejos y contradictorios, con diálogos que destilan desesperación y momentos de lucidez brutal. Keyle es un personaje atípico dentro de la obra del Nobel, pues encarna un arquetipo psicológico que se aparta de sus protagonistas habituales. Su lucha no es solo contra las circunstancias externas, sino contra la imposibilidad de escapar de sí misma.
Sin embargo, “Keyle la pelirroja” tiene un punto débil: no explota el potencial de Max, quien inicia como un detonante crucial de la historia y luego se desvanece sin el impacto que su ambición prometía. Este vacío se siente más cuando Yarme, otro personaje clave, sufre un destino similar. Isaac Bashevis Singer, en su necesidad de centrarse en el drama de Keyle y Búnem, descuida las sombras que podrían haber enriquecido aún más el relato.
Aun así, “Keyle la pelirroja” es un torbellino de emociones, donde el amor y la culpa, el deseo y la resignación, la fe y la desesperanza se entrelazan en un relato poderoso. No es solo una historia de supervivencia, sino una meditación sobre lo inmutable de la condición humana: el deseo de cambio frente a la insoportable persistencia del pasado. En definitiva, es Isaac Bashevis Singer en estado puro: crudo, implacable y magistral.
Isaac Bashevis Singer (Radzymin, 1903 – Miami, 1991) fue un escritor judío, y ciudadano polaco, hijo y nieto de rabinos, vivió en el barrio judío de Varsovia hasta 1935, cuando emigró a Estados Unidos. Su obra, sin embargo, tuvo siempre Polonia como horizonte: el tema recurrente en las novelas y cuentos de Singer es la vida en su país natal en diferentes períodos históricos, con particular atención a la vida cotidiana de las comunidades judías.
En 1978 se le concedió el Premio Nobel de Literatura. PdC.
Escrito por B. Del Ángel.