Probablemente tenga un sabor y olor fuerte, desagradable para muchas personas, pero no es algo que una pastilla o chicle no pueda resolver, los beneficios valen la pena ya que mejora la digestión, disminuye la presión arterial, el colesterol y previene el asma e infartos.
Originaria de Asia, la cebolla se extendió a Europa a través de los romanos, para después llegar a nuestro continente, al llegar se volvió un ingrediente indispensable en la cocina mexicana.
Una hortaliza que contiene magnesio, hierro y calcio, estimula el funcionamiento del hígado y la vesícula, contienen vitaminas A y C, fósforo, sodio, carbono, potasio, actúa como expectorante, bactericida, y fungicida, y lo mejor de todo se puede consumir fresca, seca, cruda, cocida o caramelizada.
Además su familia es variada puede gustarte la cebolla blanca que es más crocante de la familia y la más utilizada; la morada es ideal para consumirse cruda ya que si la horneas o la fríes pierde su sabor y textura; en tanto la amarilla es más dulce que la blanca por lo que es ideal para freír y caramelizar; y por último la chalota (así se llama) es la pequeña y rosada de la manada o sea para que me entiendan, de la misma familia, es muy aromática de sabor dulce y sutil.
Para escogerlas correctamente deben estar apretadas, duras y firmes (estoy hablando de las cebollas); para que se conserven más tiempo en mejores condiciones busca un lugar fresco, seco y ventilado (nunca se meten al refrigerador porque pierden propiedades).
Si de plano la cebolla NO te gusta pero al leernos te diste cuenta que tu cuerpo necesita consumirla, quítales un poco el sabor agresivo, solo tienes que picarla o rebanarla y colocarla en un recipiente con agua tibia ligeramente, déjala unos minutos antes de usarla y ahora sí, listo a decorar y darle sabor a tus platillos.
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