Ahí en donde ven a “Don Goyo” a veces tranquilito y otras muy aceleradito, dicen los que saben, que a escala mundial es uno de los volcanes que amenaza a la mayor cantidad de personas.
Una erupción de “Don Goyo” o mejor conocido en el mundo como el volcán Popocatépetl, afectaría a los millones de habitantes que habitan en cinco entidades: Estado de México, Puebla, Morelos, Tlaxcala y, por supuesto, la Ciudad de México.
Justamente por el riesgo que representa para los habitantes de los cinco estados y que como todos sabemos hay ocasiones que Don Goyo se acelera y nos avienta sus materiales incandescentes, estudiosos del Instituto de Física (IF) de la UNAM consideran de vital importancia vigilarlo de manera integral y de forma permanente.
Y como científicos universitarios que son, ya pusieron manos a la obra. Ellos desarrollan un detector de muones con el que sacarán una “radiografía” al volcán para monitorear cualquier cambio en la actividad del “Popo”.
¿Cómo lo harán? Mediante rayos cósmicos que llegan a nuestro planeta desde el Universo. La imagenología con rayos cósmicos es como una radiografía.
Arturo Menchaca Rocha, investigador y exdirector del Instituto de Física (@IF_UNAM) explica que los rayos cósmicos que llegan al planeta están compuestos en un 90 por ciento por núcleos de hidrógeno (protones).
Ese tipo de radiación posee una energía tal que al “bombardear” la atmósfera terrestre se producen otras partículas como los llamados piones, de cuyo rápido decaimiento resultan los muones, partículas penetrantes que constituyen la radiación de origen cósmico, cargada eléctricamente, más abundante, que incide sobre la superficie terrestre.
Los rayos cósmicos permiten una resolución de 20 metros, es decir, son más “sensibles” para determinar los cambios al interior del volcán.
Los muones atraviesan más fácilmente la chimenea mientras está vacía, por lo cual si se comenzara a llenar habría un cambio que se podría detectar mediante este sistema.
El detector diseñado en la UNAM tiene tres planos con una superficie de 10 metros cuadrados cada uno; se conforman de 30 tubos rectangulares llenos de un líquido centellador. Cuando un muon atraviesa uno de ellos, en ese punto se produce una luz que es detectada, junto con su posición, por los sensores. Esa información se guarda en una computadora y luego de un tiempo se reconstruye la imagen del interior del volcán.
El objetivo del equipo, que también lideran Jaime Urrutia Fucugauchi y Varlen Grabski, del IF, es agregar información nueva, como las dimensiones y la estructura de la chimenea, así como monitorear posibles cambios en el domo y en el sistema de conductos magmáticos. PdC.