Me encontraba en un estacionamiento, adelante de mi estaba una camioneta, atrás de mi dos carros más. El de adelante esperaba a que una persona que estaba estacionada en uno de los lugares saliera, por las maniobras que hacía, uno pensaba que iba a dejar el espacio, por eso creo que lo esperaba pacientemente.
Luego de unos minutos seguía colocando cosas en la cajuela: subía, bajaba, acomodaba…Quien hacía estos movimientos se percataba bien que había una persona esperando para ocupar su lugar, pero no decía nada, solo miraba de reojo y continuaba ordenando sus cosas, como si nada ocurriera a su alrededor, como si estuviera solo en aquel estacionamiento.
Mientras atrás, la fila comenzaba a hacerse larga, los conductores que esperaban comenzaron a inquietarse y a sonar el claxon. No podíamos continuar, el paso era estrecho justo para transitar un solo auto. Para que todos avanzáramos se necesitaba que la persona que estaba delante de mí se acomodara en el espacio que al parecer iba a quedar libre o tomara la decisión de buscar otro lugar para que yo y los autos detrás de mí pudiéramos seguir.
Pero él seguía acomodando sus compras, a su ritmo, sin que le importara el sonido de los cláxones en señal de reclamo. La persona que estaba delante de mí y yo sin protestar con el claxon, esperábamos, pero molestos.
Atrás la hilera de conductores ya desesperados, creó que ya habían pasado como cinco o quizá hasta 10 minutos, al unísono todos comenzaron a protestar con el claxon…Eso resultó realmente ensordecedor, como si de repente uno tuviera la cabeza dentro de una cubeta de metal y alguien le pegara con un palo.
Los ánimos se crisparon: el que acomodaba sus compras solo volteó a mirar con esa expresión de “qué pasa”, mientras que la persona que esperaba delante de mí, fuera de sus cabales se baja del auto y enfurecido camina unos pasos hacia mí y se desata con una retahíla de frases ofensivas y de recordatorios familiares que hasta les tocó como a tres o cuatro de mis generaciones pasadas.
Mientras yo con cara de espera: “yo no soy culpable de lo que me acusas”, y sin entender por qué me reclamaba, el que acomodaba sus compras pasa tranquilamente delante de nosotros, mirándonos y con una expresión de que intolerantes son, no aguantan nada, que “desesperaditos”, y se va al puro estilo de me “vale madres”… Entonces entendí que solo estaba acomodando sus compras y no iba a dejar libre el lugar…
Pero eso no paró ahí, enojados y fastidiados de tanta espera, los conductores de atrás se bajan y a “punta de mentadas…y de que huevotes” reclaman al que estaba delante de mi…enfurecidos se hacen de “palabras”… mientras, el que acomodaba sus compras sale tranquilamente, y mirando el caos que había provocado, se fue…PdC.
Escrito por MM.
Foto de JULIO NERY.