Por Bernat Del Ángel

¿Cuál es la razón por la cual tantas personas en el mundo sienten pena por la partida de alguien a quien probablemente nunca han conocido?

Vamos a hablar de algo que pasa y a todos nos deja pensando: ¿por qué lloramos y sentimos tanto cuando se muere una celebridad, ya sea la Reina Isabel, tu actor preferido o tu estrella de rock favorita?

Tomemos para ejemplo a la Reina Isabel II, esa señora que estuvo ahí como un ícono británico durante 96 años, nos dejó en septiembre del 2022. Y claro, algunos dirán, ¿por qué a alguien le importaría si nunca la conociste en persona?

Bueno, resulta que nuestra cabeza alberga al cerebro límbico, que es una fábrica y almacén de emociones, y una de las cosas que hacemos muy bien es conectarnos con otros seres humanos, ¡hasta con los que ni nos conocen!

Cuando tienes ese amor, ese ídolo imposible o sientes que el conductor de radio favorito es tu mejor amigo, eso es una relación parasocial, donde tú entregas el corazón y la otra persona… bueno, probablemente ni sabe que existes.

Ahí la base de la cultura de los famosos y del fanatismo.

¿Has llorado por la muerte de un personaje en alguna película? Pues eso es básicamente lo mismo.

Sigo con la Reina…

No importa si piensas que la monarquía es una reliquia del pasado. La gente la veía como algo más que una dama con una corona. Para muchos, ella representaba algo grandioso, algo así como el mejor ejemplo de lo británico. Aunque, claro, algunos dirán que esa imagen era más falsa que un billete de tres libras esterlinas.

Y sí, es cierto, para muchos la Reina solo era una figura pública, pero aquí entra la parte de la jerarquía que nos encanta. Nos gusta admirar a los que están más arriba en la escala social, aprender de ellos, y, en este caso, lamentar su partida.

La Reina o Matthew Perry o Tina Turner estaban en todos lados, desde los billetes hasta las portadas internacionales, en las cadenas de televisión y formaban parte de nuestra memoria adolescente, romántica y sensible. Su presencia era cotidiana.

Entonces, cuando alguien así se nos va, nuestro cerebro, que odia la incertidumbre, se pone nervioso. De repente, esa parte de nuestro mundo que parecía estable y eterna deja de serlo.

La muerte de alguien famoso nos recuerda que todo puede cambiar, y eso nos estresa.

Y bueno, no sé si estás al tanto, pero el llanto público por alguien famoso puede ser todo un espectáculo. Algunos compiten por ver quién llora más. No es suficiente con estar triste, ¡quieren ser los más tristes y que lo sepa el mundo! Un poco raro, ¿no?

Así que ahí lo tienes, el drama de llorar por la partida de alguien famoso.

¿Está mal?  No necesariamente. Nuestro cerebro es complicado, y a veces llorar por un personaje público es como desahogarse porque la vida es, y lo sabes, un poco incierta. PdC.

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