Por Bernat del Ángel.
Bienvenidos al ring del debate laboral, donde la pregunta de si los tatuajes deben cubrirse o no en el trabajo es el combate principal. En una esquina, tenemos a los defensores de la corporatividad, que arguyen que los tatuajes pueden arrojar una sombra sobre la imagen laboral. En la otra esquina, los guerreros de la expresión personal, que sostienen que cada uno tiene derecho a llevar su piel como mejor le plazca. ¿Quién saldrá victorioso en esta batalla de opiniones encontradas?
La percepción profesional es el nombre del juego. Aquí, en el competitivo mundo laboral, la imagen lo es todo. Desde el traje bien planchado hasta el corte de cabello impecable, cada detalle cuenta. Y los tatuajes, con sus diseños coloridos y sus historias grabadas en la piel, no son la excepción. ¿Qué impresión proyecta un brazo adornado con tinta en una reunión de negocios? Algunos argumentan que puede distraer, desviar la atención de lo que realmente importa: tu experiencia, tu habilidad, tu valía como profesional.
Pero, ¿dónde queda el derecho a la expresión personal? ¿Acaso no somos seres individuales, con gustos y preferencias propias? Los defensores de la libertad de expresión afirman que los tatuajes son una forma legítima de expresar nuestra identidad, nuestras creencias, nuestras pasiones. ¿Por qué deberíamos ocultar una parte de nosotros mismos para encajar en un molde preestablecido de lo que es aceptable en el ámbito laboral?
Las opiniones están divididas. Por un lado, están aquellos que abogan por la cubierta de los tatuajes como una medida de respeto hacia el entorno laboral y los clientes. Argumentan que, aunque los tatuajes puedan ser obras exquisitas, el lugar de trabajo no es una galería de arte contemporáneo. La imagen corporativa, insisten, debe ser la prioridad número uno.
Por otro lado, están aquellos que defienden la autenticidad y la libertad individual sobre todas las cosas. Argumentan que, en un mundo cada vez más diverso y multicultural, la aceptación de la diferencia es esencial. Además, ¿quién dice que los tatuajes están reñidos con la corporatividad? ¿Acaso no hay médicos, abogados, incluso altos ejecutivos, que llevan tatuajes visibles y siguen siendo respetados y valorados en sus campos?
La discusión sobre si los tatuajes deben cubrirse en el trabajo es, en última instancia, una cuestión de equilibrio entre la imagen profesional y la libertad personal. No hay una respuesta única y definitiva. Lo que funciona en un entorno laboral puede no funcionar en otro. Lo importante es mantener un diálogo abierto y respetuoso, donde se consideren las necesidades y preferencias de todas las partes involucradas.
Entonces, ¿cubrir o no cubrir? La respuesta no está escrita en piedra. Depende del contexto, de la cultura empresarial, de las expectativas del cliente. Lo que es indiscutible es que, en última instancia, lo que importa es la calidad de tu trabajo, tu ética profesional y tu capacidad para hacer frente a los desafíos que se te presenten. Los tatuajes pueden ser una parte de ti, pero no te definen como profesional ni como persona. Esa es una decisión que solo tú puedes tomar. PdC.