Historias Comunes

Primero ángel, ahora batracio

Por Bernat del Ángel.

Nada golpea más fuerte que la certeza de ya no ser querido ni bienvenido, especialmente cuando te encuentras en una relación que se desmorona más rápido que una mentira mal contada. Las señales están ahí, nítidas y descaradas, pero tú sigues aferrado a una esperanza más inverosímil que ese unicornio en tu zoológico.

Comienzo con los besos. Antes eran un volcán de pasión, ahora son un trámite más seco que un discurso de político en campaña. Cada vez que esos labios rozan los tuyos, te preguntas si no estarían más emocionados besando un trozo de cartón. Pero no te equivoques, para otras personas sí hay besos auténticos, esos que ves a escondidas y te preguntas si tienen algún truco de magia que tú no sabes.

Luego las caricias. Esas manos que solían recorrer tu cuerpo con devoción, ahora apenas las sientes en un roce casual, como quien acaricia a un cacto. En tanto, esas mismas manos derraman ternura sobre otros, y tú te quedas mirando, preguntándote si te has convertido en un mal chiste en su vida.

Y los abrazos, ah, los abrazos. Esos refugios de calor y seguridad ahora se sienten como un abrigo ajustado, incómodos y forzados. Los brazos que antes te rodeaban con fuerza ahora apenas se cierran, como si temieran que los contagiaras de algo. ¿Y tú? Pues tú te sientes más solo en esos abrazos que en una isla desierta.

Las palabras tampoco ayudan. Lo que antes eran susurros dulces y reconfortantes ahora son excusas enlatadas. “Estoy ocupado”, “Quizás otro día”, “No es el momento”, “¿Cuándo te vas?”. Frases que suenan como alarmas de incendio, avisándote de que eres un accesorio molesto y baboso en una vida que no te necesita.

Entonces, ¿qué hacer cuando te das cuenta de que ese amor que te creo expectativas se ha evaporado junto a la ilusión de un proyecto de vida? ¿Cómo reaccionar cuando las muestras de afecto que recibes son tan falsas como una sonrisa de vendedor de autos usados?

Tal vez la única manera de sobrellevarlo es el humor en medio de la desgracia.

Primero, acepta la realidad con una sonrisa irónica. Sí, duele, pero también es ridículo pensar que puedes obligar a alguien a quererte. El amor no se pide, se gana. Y si no lo recibes, es hora de levantar el campamento emocional y salir de ahí sin mirar atrás. Lárgate en este instante.

Segundo, recupérate a ti mismo. Redescubre lo que te hace feliz, lo que te apasiona, lo que te hace sentir vivo. Porque si esperas que alguien más te complete, estás jodido y condenado a la frustración eterna. La felicidad no es una responsabilidad que puedes poner sobre los hombros de otro, es tu tarea. La vida es individual.

Y tercero, aprende a reírte de la situación. Es cruel, pero el humor es una herramienta poderosa para superar el dolor.

Cuando mires atrás y recuerdes esos besos fingidos, esas caricias forzadas, esos abrazos vacíos, y las frases anodinas, carcajéate de lo absurda que puede ser la vida a veces. Porque, al final del día, nadie merece vivir en una obra de teatro corriente, mediocre y de baja estofa, siendo manipulado por hilos invisibles de narcisismo, hipocresía y desamor.

Así que, la próxima vez, porque habrá próximas veces, y sientas que ya no eres querido ni bienvenido, recuerda: Eres el sapo más guapo del estanque, no eres el primero ni serás el último en esa tragicomedia barata. Todos hemos estado ahí en algún momento y hemos salido más fuertes y más sabios.

A ver, se termina un ciclo y comienza otro. Así funcionan tus sentimientos, tu vida y la lavadora. Apúntatelo. PdC.

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