El Rincón del Loco

“El librero” de Roald Dahl

Los libros ilustrados para adultos tienen un encanto singular, y “El librero” de Roald Dahl, encapsula esa magia de manera peculiar. Quizás sea la combinación de nostalgia y belleza lo que los hace tan irresistibles. Este relato breve, publicado originalmente en la revista Playboy en 1987, es una muestra de la faceta más ácida y cruda de Roald Dahl, lejos de los mundos fantásticos que lo hicieron famoso. Aquí, Roald Dahl abandona los encantos de lo imaginario para ofrecernos un realismo despiadado, en el que la ironía y el sarcasmo se convierten en sus herramientas más afiladas.

“El librero” nos traslada a una librería londinense en Charing Cross Road, “William Buggage. Libros raros”, un establecimiento que, a primera vista, parece el refugio de un apasionado bibliófilo. Pero nada más lejos de la realidad. William Buggage, el dueño, y su ayudante, la peculiar señorita Tottle, están mucho más interesados en los obituarios diarios y en el Who’s Who que en los libros de sus estanterías. Su librería es apenas una fachada para actividades mucho menos nobles y bastante más turbias.

Roald Dahl disecciona la humanidad de sus personajes con una pluma sarcástica que no perdona: son repulsivos tanto en su aspecto como en su comportamiento, figuras que despiertan una mezcla de asco y fascinación. Los protagonistas, más cercanos a caricaturas grotescas que a personas reales, encarnan lo peor de las miserias humanas, y es precisamente esa fealdad moral lo que mantiene al lector atrapado.

La atmósfera de “El librero”, oscura y densa, contrasta maravillosamente con las coloridas ilustraciones de Federico Delicado, que no solo complementan el texto, sino que lo elevan, capturando a la perfección los matices irónicos y la crudeza de la narración.

Roald Dahl, conocido mundialmente por sus clásicos infantiles como Matilda, Las brujas o Charlie y La fábrica de chocolate, demuestra aquí que su talento se extiende mucho más allá del mundo de los niños. Su capacidad para tejer historias que dejan un regusto agridulce es innegable, y en “El librero” logra crear un microcosmos donde la realidad golpea con fuerza y sin escrúpulos. A pesar de la brevedad del relato, cada página está impregnada de un ingenio afilado que no da tregua.

El final, aunque no tan sorprendente como en otros relatos de Roald Dahl, como La cata, tiene su propia dosis de humor negro. La carcajada que arranca no es de alivio, sino de reconocimiento de la mezquindad inherente a los personajes y, tal vez, al ser humano en general. En apenas 70 páginas, Roald Dahl logra que el lector se adentre en este rincón sórdido de Londres, repleto de cinismo, para salir, quizá, un poco más consciente de las sombras que habitan en las personas.

“El librero” es una pequeña joya literaria que se lee de un tirón, un ejemplo perfecto del estilo retorcido y afilado de Roald Dahl para lectores adultos. Su ironía y su desoladora visión del mundo se ven reforzadas por la magnífica edición ilustrada, una verdadera invitación a disfrutar de la literatura en su forma más provocadora y estética. Un relato breve, pero inolvidable.

Roald Dahl (Llandaff, Gales, 1916 – Oxford 1990) Nace en el seno de una familia acomodada de origen noruego. A los cuatro años pierde a su padre y a los siete entra por primera vez en contacto con el rígido sistema educativo británico que deja reflejado en algunos de sus libros, por ejemplo, en Matilda y en Boy. Terminado el Bachillerato y en contra de las recomendaciones de su madre para que cursara estudios universitarios, empieza a trabajar en la compañía multinacional petrolífera Shell, en África. En este continente le sorprende la Segunda Guerra Mundial. Después de un entrenamiento de ocho meses, se convierte en piloto de aviación en la Royal Air Force; fue derribado en combate y tuvo que pasar seis meses hospitalizado. Después fue destinado a Londres y en Washington empezó a escribir sus aventuras de guerra. Su entrada en el mundo de la literatura infantil estuvo motivada por los cuentos que narraba a sus cuatro hijos. En 1964 publica su primera obra, Charlie y La fábrica de chocolate. Escribió también guiones para películas; concibió a famosos personajes como los Gremlins, y algunas de sus obras han sido llevadas al cine. PdC.

Escrito por B. Del Ángel.

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