No sé si sea cuestión de edad, de costumbre o qué se yo, pero esa emoción que genera el tener un libro de papel entre las manos, pasar sus páginas una a una, despidiendo su ligero perfume mezcla de olor a papel y tinta, nos es igual, no se compara en nada con leer al mejor escritor en una pantalla.
Y es que como dijera el escritor, poeta e investigador del Instituto de Investigaciones Bibliográficas (IIB), Vicente Quirarte Castañeda, la lectura y el libro son antídotos contra la depresión, el miedo y sin su existencia no somos para el mundo.
A partir de la mano impresa en una roca como evidencia del paso del hombre por la tierra, la humanidad se ha empeñado en encontrar materiales y soportes que guarden los signos que en ellos reconocen; hasta ahora nadie ha demostrado que los soportes electrónicos tengan garantizada su existencia futura.
En cambio, la odisea del papel ha resistido el paso de los siglos. Otros materiales han tenido en uso corriente una vida igualmente prolongada. El papiro, fabricado con una planta que crece a orillas del Nilo, fue utilizado prácticamente en toda la historia de la antigüedad.
Los griegos lo llamaron biblos, porque tal era el nombre de la ciudad fenicia desde la cual se importaba el artículo y de ahí se deriva la palabra biblia, que significa el libro, comenta.
El libro impreso que transformó radicalmente el uso del papel tiene poco más de 500 años: Leonardo Da Vinci trazó bocetos de máquinas voladoras; en un soporte semejante los escribas dieron noticia de naves, hombres y creaturas desconocidas, señala el exdirector de la Biblioteca Nacional de México.
Con el tiempo, agrega, su producción ha variado poco y en nuestros días la industria fabrica, al año, aproximadamente 300 millones de toneladas de este material; los defensores del libro electrónico argumentan que la nueva tecnología permitirá la proliferación de los bosques.
En defensa del libro y su permanencia es preciso aclarar que de los árboles talados en el mundo solo 14 por ciento se destina a la industria papelera”, enfatiza Quirarte Castañeda.
El papel, agrega, nos enfrenta a partir de las primeras letras a un diálogo callado y solitario con nosotros mismos, cuadriculado para las matemáticas, pautado para que las notas musicales se posen como aves y de nuestra elección depende el uso que se dé al papel vacío, al utilizar esa invención que forma parte de nuestra vida.
Lo que en los primeros meses de confinamiento por la pandemia nos llevó a la novedad de duplicar esfuerzos de aislamiento, se ha convertido en una obligación peligrosa que puede conducir al tedio y la depresión, estima el miembro numerario de la Academia Mexicana de la Lengua
En un país como México el libro es un artículo de primera necesidad; además, es obligación fomentar la lectura y convencer a las personas de dedicar media hora para practicarla en voz alta, pues el público lector nace en casa y realizarla de esa manera permite que el alumno tenga mejor desempeño, asegura el escritor. PdC.