Irreverente, genial, provocadora, hipnótica, creativa, polémica, poeta, todo esto queda envuelto en una sola persona, Guadalupe “Pita” Amor.
Nació en la Ciudad de México el 30 de mayo de 1918, Guadalupe Teresa Amor Smichdtlein, desciende de una familia aristocrática porfiriana venida a menos por la Revolución y extremadamente católica.
Fue la última de siete hermanos. Desde pequeña demostró su carácter caprichoso y vanidoso: “Yo de niña fui graciosa, de adolescente llorona, en mi juventud cabrona y en mi verano impetuosa”, recitaría la poeta años más tarde.
El orden y la disciplina no era lo suyo, al cumplir los diecisiete años es cuando intentó saber lo que era el amor y escapa con José Madrazo, criador de toros de Aguascalientes, claro todo esto con el escándalo de la familia. Pita nunca se casó con Pepe Madrazo ni vivió con él.
En esa época se dedicó a ir a cafés, restaurantes y centros nocturnos de la capital y entró en contacto con la élite de la época: Jaime Torres Bodet, Lola Álvaro Bravo, Salvador Novo, Manuel González Montesino, Enrique González Martínez, Xavier Villaurrutia (tuvo una gran influencia en ella) entre otros.
Su primer poemario “Yo soy mi casa” fue publicado en 1946, vienen otros como Puerta Obstinada (1947), Círculo de Angustia (1948), estas obras alcanzaron para considerarla poeta, claro que como en todo lo que se trata de mujeres, algunos no creyeron que ella escribiera estos versos y lo atribuyeron a Alfonso Reyes, quien replicó “Nada de comparaciones odiosas: aquí se trata de un caso mitológico”.
Pita Amor desafió a las costumbres de su época. Solía cubrir su cuerpo con elegantes joyas, pero disfrutaba vistiendo con ropa de gasa transparente o dejando caer sus vestidos sin que le importara quién la viera.
Su vida amorosa fue intensa y variada, fue madre soltera (su hijo muere a los dos años), protagonista de varios escándalos. Plasmó en sus versos sus dudas sobre Dios y angustias existenciales. Posó desnuda para grandes pintores como Diego Rivera.
En el ocaso de su vida, anciana, enferma de grandeza y clasismo, casi en la miseria, dormía en hoteles y se paseaba como un fantasma por la Zona Rosa de la capital del país dando bastonazos a diestra y siniestra.
La belleza se había ido y ahora solo brillaban sus enormes joyas y sus vestidos de diseñador, aunque hasta el final sobreviviría por su poesía: se cuenta que en los restaurantes ofrecía por unos pesos, sonetos improvisados en una servilleta.
Perdió amistades y familia, y algunos la llamaban la “abuelita de Batman”, mientras ella lucía su atropellado maquillaje de “jícama enchilada”, como opinara su sobrina Elena Poniatowska.
A pesar de todo, su obra ha resistido el paso de los años y es momento de que el mito que construyó se diluya para valorarla por una poesía que en su tiempo sorprendió por atreverse a retomar las formas clásicas.
Una mujer fuerte que vivió su vida plena, sin callar lo que pensaba, sentía o vivía, ejerció como nadie la poesía, sabía que su belleza y cuerpo, además de sus labios rojos en forma de corazón, eran en sí una obra de arte. Hoy es considerada una precursora de la liberación sexual femenina.
Interesante la vida de Pita Amor cada día me siento más orgullosa de ser mujer, mexicana y de conocer a mujeres que han creado historia. CM/PdC.