“Zona de interés” es una película sobre el Holocausto única en su género.

Adaptación de la novela de Martin Amis, realizada por Jonathan Glazer, sirve como antídoto a “La Lista de Schindler”.

Aunque comparte título con la novela de Amis de 2014 ambientada en Auschwitz, la película difiere significativamente de la historia original, centrándose no en los narradores de la novela, sino en los perpetradores, especialmente en Rudolf Höss, (Christian Friedel) el comandante real del campo, su esposa Hedwig (Sandra Hüller) y sus cinco hijos.

La casa de Höss, recreada meticulosamente en Auschwitz, se convierte en el escenario principal, observada casi como un voyeurista.

Jonathan Glazer implementa en la fotografía, cámaras de vigilancia ocultas para filmar desde una perspectiva objetiva y sin autor, evitando la estetización de la vida de los protagonistas.

A pesar de que la película carece de una trama significativa, ofrece un retrato vívido y crudo de la vida cotidiana de la familia Höss, sin caer en la dramatización visual.

El metraje se centra en observar la forma en que se comportan y actúan, desde celebraciones de cumpleaños hasta reuniones sobre la eficiencia de los crematorios.

Un momento de conflicto surge cuando Höss revela a Hedwig su traslado a Berlín para supervisar todos los campos, a lo que ella se niega rotundamente.

Aunque no se muestra el interior del campo, el sonido constante de Auschwitz se filtra en la película, creando una experiencia dual: lo que se ve y lo que se oye.

La banda sonora, compuesta por Mica Levi, incluye grabaciones reales reutilizadas para crear un impacto aplastante con sonidos como el crepitar de las llamas, el silbato de los trenes, gritos y órdenes.

Este enfoque deja a la audiencia con una sensación de desánimo y complicidad con los perpetradores en lugar de con las víctimas.

“Zona de Interés” ofrece una representación del Holocausto notable y logra cumplir con las ideas propuestas por la filósofa Gillian Rose en la década de 1990.

Rose abogaba por una película que nos pusiera al lado de un miembro de las SS en lugar de permitir que la “piedad del Holocausto” nos identificara solo con las víctimas.

El filme de Jonathan Glazer logra este impacto profundo, dejando a la audiencia con una tristeza que reconoce nuestro inevitable vínculo con las normas culturales y políticas representadas en la película. PdC.

Crítica de Antelmo Villa.

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