“Guerra civil”   Es la visceral y angustiosa película antibélica que Alex Garland nos espeta como un golpe contundente. Por la manera en que presenta una América moderna en guerra consigo misma haciendo alegoría de masoquismo podría desencadenar ansiedad.

“Guerra civil”  es un drama de acción angustiante que es traumático, pero también es una película ingeniosa y audaz que declara inequívocamente que no hay gloria en la guerra.

Es una advertencia y una provocación. No un manual de viaje.

Cuando una bandera ondea al viento, es una imagen amenazante, cargada con todas las muertes que el irracional ha causado.

No hay momento de triunfo militar con una música grandiosa, ni héroes armados con pistolas iluminados desde atrás como si tuvieran halos. En Guerra civil  los protagonistas, lo más cercano que la película tiene a héroes, son cuatro periodistas: tres veteranos Lee (Kirsten Dunst), Joel (Wagner Moura), Sammy (Stephen McKinley Henderson), y Jessie ( Cailee Spaeny) como una fotógrafa novata.

Lee es una fotoperiodista insensible que ha presenciado y capturado horrores en conflictos en todo el mundo. Ha fotografiado a un hombre rociado con combustible y prendido fuego, el miedo en sus ojos. Pero no interviene. No es su trabajo intervenir, solo registrar y difundir.

Partiendo de Nueva York hacia DC en un intento de entrevistar al presidente asediado (que no ha hablado con la prensa en más de un año y que Joel cree que estará muerto antes del mes), la pareja acepta a regañadientes llevar a Sammy, un periodista mayor y menos ágil.

La fotógrafa novata Jessie, que idolatra a Lee, también se las arregla para conseguir un asiento en su coche. El viaje, que normalmente dura tres horas, tomará mucho, mucho más tiempo y el grupo se enfrentará a una multitud de desafíos en el camino.

A través de su trabajo, Alex Garland (Ex Machina, Aniquilación) lía grandes ideas con ansiedades sociales, y no hay una idea más grande y espinosa que la división política y el extremismo.

Aunque hay algunas alusiones a figuras actuales, la exposición se teje hábilmente sobre el “tercer mandato” del presidente, la disolución del FBI y lo vemos preparándose para un discurso televisivo en el que miente sobre “la mayor victoria en la historia de la humanidad”.

El mundo que Alex Garland creó en Guerra civil es conocido, pero el cineasta lo ha armado utilizando esos recursos (autopistas llenas de autos abandonados, tanques blindados asaltando barricadas en las calles de la ciudad), presentándolos con la misma frescura que Lee buscaría para sus fotografías.

Mención especial: el diseño de audio de Guerra civil. Sus motores de helicóptero discordantes rugiendo por encima y el intercambio casi monótono e incesante de disparos penetran, evocando los sonidos impasibles y temidos de la guerra.

Es impactante, emocional la manera en que las películas de guerra a veces absorben a su audiencia, para que sienta ciertas cosas en ciertos momentos.

El acto final, una secuencia de batalla, es tan visceral y abrumadora que tomará días procesarlo. Querrás llorar, descubriendo que no puedes ahogar las lágrimas porque no hay liberación. La catarsis es reconfortante pero sin consuelo.

Toda la película está diseñada para confrontarte con un futuro que se siente alarmantemente posible. Pero no tiene por qué serlo. Ni las guerras que se están librando en este momento, donde los civiles pagan con sus vidas las decisiones de hombres cobardes.

Guerra civil no es mero entretenimiento, diversión o distracción.

Es una declaración a favor del pacifismo. PdC.

Crítica de Antelmo Villa.

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