¿Qué sucede cuando el tipo en el estrado del jurado resulta ser el verdadero culpable?

Esa es la jugosa premisa de Jurado No. 2, el último trabajo del implacable Clint Eastwood, un director que, a sus 93 años, sigue filmando con la determinación de un vaquero al que el retiro le parece una pérdida de tiempo. Sin mucho ruido ni cartel, la película casi termina directo en streaming, lo que resulta un crimen en sí mismo.

Porque esta no es una película de efectos, explosiones ni giros truculentos; es cine adulto, de diálogos, actores de peso y dilemas morales tan espesos como una tormenta en carretera.

Jurado No. 2 comienza en el ámbito de lo cotidiano. Justin Kemp (Nicholas Hoult), periodista y ex alcohólico con varios años sobrio, es seleccionado como jurado en un caso aparentemente sencillo: el acusado James Sythe (Gabriel Basso) es un desastre ambulante, con antecedentes de violencia y una escena pintada con claros indicios de culpabilidad. Su novia Kendall (Francesca Eastwood) terminó muerta bajo un puente, y todo apunta a que fue él. Pero Justin no puede evitar conectar los puntos: él también manejaba esa noche por la misma carretera, con la lluvia cegando el parabrisas y el peso del pasado apretándole el pecho. Lo que creyó un simple golpe contra un ciervo podría ser la pieza clave que lo convierta en el verdadero asesino.

Clint Eastwood, como un relojero experimentado, construye la tensión en pequeños y precisos engranajes. Jonathan Abrams, en su debut como guionista, entrega un relato ágil que no necesita fuegos artificiales: el conflicto está servido desde el primer acto y se cocina a fuego lento entre las paredes cerradas del tribunal y el tormento silencioso de Justin. Porque aquí el juego no es descubrir “quién lo hizo”, sino decidir qué demonios va a hacer el protagonista con esa información.

Nicholas Hoult carga la película con una actuación sólida y matizada: logra que lo amemos y despreciemos en el mismo respiro. Su Justin es un hombre al borde del abismo moral, con una esposa (Zoey Deutch) en la recta final de un embarazo complicado y el peso de la verdad devorándolo desde dentro. Como espectadores, nos colocan en la ingrata posición de juez y verdugo, preguntándonos: ¿Haríamos lo correcto si fuésemos él?

Toni Collette brilla como la fiscal Faith Killebrew, quien, además de intentar llevar al acusado al cadalso, libra su propia batalla política en busca de reelección. La actriz, que se reúne acá con Nicholas Hoult tras “Un gran chico”, imprime fuerza y carácter sin perder un ápice de humanidad. J.K. Simmons también deslumbra como el detective jubilado convertido en jurado; su presencia es como un tambor silencioso que sabemos explotará en cualquier momento.

Clint Eastwood, económico como siempre en su dirección, permite que las actuaciones y los silencios hagan el trabajo pesado. El guion no cae en la trampa de giros exagerados; aquí, la tensión se resuelve con palabras afiladas, gestos apenas perceptibles y la angustia de saber que cada decisión tiene un peso irreversible. Hay ecos de “Doce hombres en pugna”, sí, pero también la sobriedad de los thrillers legales de los años 90, donde importaban más los dilemas que los efectos.

El único “pero” de Jurado No. 2 es que algunos personajes quedan a medio cocinar. Kiefer Sutherland, como el padrino de Justin en Alcohólicos Anónimos, merecía más tiempo en pantalla, y la cinematografía de Yves Bélanger, aunque funciona, a veces luce plana para un drama tan jugoso.

Pero esos son detalles menores en un film que merece ser visto en una sala oscura, con extraños respirando cerca, porque de eso también se trata: del peso de la opinión ajena y de cómo cada voto puede cambiarlo todo.

Jurado No. 2 es un recordatorio de que el buen cine adulto no necesita estridencias.

Si este resulta ser el canto del cisne de Clint Eastwood, se despide con un thriller que deja preguntándote: ¿Y yo, qué habría hecho? PdC.

Crítica de Antelmo Villa.

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