Robert Zemeckis, maestro de lo técnico en Hollywood, se aventura con “Aquí”, una adaptación de la novela gráfica de Richard McGuire que promete explorar el paso del tiempo desde una perspectiva única: una habitación que se convierte en testigo inmóvil de generaciones de vidas, amores y tragedias. La premisa es intrigante, pero ¿es la ejecución igual de brillante? Bueno, aquí la cosa se pone interesante… y complicada.
“Aquí” se plantea como un experimento narrativo y visual: una cámara estática que jamás abandona la orientación de la sala de una casa. Robert Zemeckis utiliza transiciones al estilo de viñetas de cómic para saltar entre épocas, desde los dinosaurios hasta el presente, pasando por romances indígenas, inventores excéntricos y las disputas familiares de los Young. En teoría, este formato debía resaltar la fluidez del tiempo y su impacto en las personas que ocupan el mismo espacio físico. En la práctica, sin embargo, el enfoque a menudo se siente más como un truco que como una revolución.
El reparto de lujo tiene momentos brillantes. Tom Hanks y Robin Wright, reunidos décadas después de Forrest Gump, cargan con el peso emocional de la trama principal. Como Richard y Margaret Young, una pareja que enfrenta los triunfos y desdichas de la vida familiar, logran anclar el filme con actuaciones genuinas. Robin Wright, en particular, brilla en escenas clave como el desgarrador 50 cumpleaños de Margaret y un conmovedor desenlace que salva al filme de caer en el vacío emocional.
Sin embargo, otros personajes no corren con la misma suerte. Paul Bettany, como Al Young, queda atrapado en monólogos teatrales que resuenan más como ejercicios de declamación que como retratos humanos. Michelle Dockery, a pesar de su talento, no logra superar la rigidez de los diálogos y un guion que la reduce a un rol decorativo.
Curiosamente, los personajes secundarios más fugaces, como Leo (David Fynn) y Stella (Ophelia Lovibond), logran encender la pantalla con una química electrizante que desearías ver más tiempo. En cambio, Robert Zemeckis parece empeñado en volver al tedio de su narrativa principal.
La gran apuesta técnica de “Aquí” —su cámara fija y las transiciones temporales— funciona a medias. Por un lado, es un homenaje a las raíces del cómic y un recordatorio de lo inmutable del espacio frente al cambio constante de la humanidad. Por otro, la estructura narrativa se siente apresurada y superficial, saltando de una época a otra sin dar tiempo a que las emociones calen. Momentos dramáticos, como las tensiones entre Richard y su hermano militar, apenas tienen peso antes de ser descartados por la siguiente escena.
El resultado es un collage visual fascinante pero emocionalmente desigual. Las transiciones temporales son llamativas, pero la falta de profundidad en los personajes y la dependencia en el artificio técnico dejan la película con un pie en la genialidad y el otro en el tedio.
“Aquí” es un curioso híbrido entre lo experimental y lo convencional. Tiene momentos de auténtica belleza y reflexión sobre la conexión humana y el paso del tiempo. Sin embargo, se ve lastrada por diálogos rígidos, un guion disperso y un enfoque técnico que, en lugar de servir a la historia, a menudo la eclipsa.
¿Es una obra maestra? No. ¿Es un fracaso? Tampoco. “Aquí” es, en su esencia, una metáfora perfecta del tiempo: un recordatorio de lo fugaz, lo repetitivo y lo inevitable. Si estás dispuesto a abrazar sus imperfecciones, quizá encuentres en ella algo que resuene contigo. ¿O simplemente la olvidarás cuando salgas del cine? El tiempo lo dirá. PdC.
Crítica de Antelmo Villa.