Miscelánea

Larga tradición, aparición de la Virgen de Guadalupe

CDMX, Diciembre.- En 10 años se cumplirán 500 de la tradición que asegura que en diciembre la Virgen de Guadalupe se le apareció a Juan Diego en la colina del Tepeyac; que con este acontecimiento una ermita de adobe pasó a ser una parroquia, luego una colegiata, y finalmente obtener la máxima categoría de los templos católicos al convertirse en basílica en 1904.

La tradición comenzó…

El académico Miguel Ángel Cerón Ruiz, de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán (FES), relata:

Los indígenas tenían en el Tepeyac un adoratorio dedicado a la madre de los dioses, Tonantzin, y de tierras lejanas llegaban para hacer ceremonias y sacrificios en ese lugar.

Después de la Conquista, se atribuye a Fray Pedro de Gante –uno de los primeros misioneros que llegaron a nuestro territorio– haber establecido más de 500 ermitas en los alrededores de la ciudad, entre ellas probablemente una sobre las ruinas del adoratorio indígena, dedicada a la Virgen María.

En la calzada “de piedra”, hoy denominada De los Misterios, iniciaba el camino a Veracruz. Todos los viajeros, antes de salir, se detenían en el Tepeyac para encomendarse a Dios, y los que llegaban, antes de entrar a la ciudad se detenían para dar gracias por llegar sanos a su destino.

En lo que actualmente es la Capilla del Pocito, en la Villa de Guadalupe, en el siglo XVI había una fuente de aguas sulfurosas, a donde la gente con alguna enfermedad de la piel acudía a bañarse. “Los creyentes comenzaron a atribuir a la Virgen el milagro de haberse curado”. Hasta esa centuria, la devoción era de españoles y criollos, aún sin la presencia de los indígenas.

Por orden del segundo arzobispo de la Nueva España, Alonso de Montúfar, en 1554 el Tepeyac, que había estado a cargo de los franciscanos, pasó a depender directamente al Arzobispado de México. Él fomentó el culto a la Virgen María, que entonces era una imagen de la Natividad, con el Niño Jesús en brazos.

Los indígenas tenían talladas en la ladera del cerro del Tepeyac imágenes de los dioses que nadie vio porque de ese lado había una laguna. Hasta el siglo XVIII Lorenzo Boturini las descubrió; una de ellas correspondía a Tonantzin.

Había un doble interés en el sitio: los católicos veneran a la Virgen María de Guadalupe, y los indígenas a Tonantzin.

En la portada del “Sermón de la natividad de la virgen María Señora nuestra, predicado en la ermita de Guadalupe, extramuros de la Ciudad de México, en la fiesta de la misma iglesia”, escrito por Fray Juan de Cepeda Eremita, y fechado en 1622, la imagen es todavía la de la Virgen con el niño.

Fue hasta después de la gran inundación de 1629 cuando la Virgen fue llevada del Tepeyac al altar mayor de la catedral para pedir el fin de esa contingencia, cuando apareció María, ya sin el niño, en la portada de las “Coplas a la partida que la soberana Virgen de Guadalupe hizo de esta Ciudad de México para su ermita”.

En 1648, Miguel Sánchez, canónigo de la catedral, escribió el libro “Imagen de la virgen María madre de Dios de Guadalupe, milagrosamente aparecida en la ciudad de México”. Él fue el primero que narró la historia de las apariciones tal y como la conocemos hasta nuestros días, y al año siguiente se publicó en náhuatl: Nican Mopohua (“Aquí se narra”), relato contenido en un libro más amplio: el Huei tlamahuiçoltica o “El Gran Suceso”, para difundirla entre los indígenas con la ayuda de predicadores.

Para 1695, prosigue Cerón Ruiz, como resultado de la efervescencia del culto, se construyeron los “misterios” en la calzada del mismo nombre y un templo más grande que se inauguró en 1709, y que en 1749 recibió el título de colegiata; es decir, que sin ser catedral posee su propio cabildo y un abad.

Debido a la insuficiencia para recibir a millones de peregrinos, el templo fue sustituido por el actual (inaugurado en 1976), que ocupa un área de 10 mil metros cuadrados; es el más grande recinto de la devoción católica en México, relata Miguel Ángel Cerón. PdC.

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