Mujer ES

Mujer contra Mujer

Aunque nos duela hay que poner el dedo en la llaga. Mucha de la violencia que vivimos las mujeres no sólo viene de los hombres. Triste, lamentable y alarmantemente, también viene de nuestro propio género.

Y es que la violencia no sólo se da en forma de maltrato físico o golpes mortales, violación o acciones aberrantes contra nuestro cuerpo físico o ser emocional. Esa rudeza viene en diferentes formas o facetas.

Aclaro, No estoy diciendo que los hombres sean inocentes, NO, para nada; de ninguna manera les resto responsabilidad a tanta atrocidad que cometen en contra de nosotras, pero mientras sigamos bajando la mirada, agachando la cabeza, poniéndonos de tapete apenas mueve un dedo nuestra pareja, esposo, novio, amigo, maestro, padre, hermano, jefe o familiar masculino, es como si cada mujer echáramos más leña al fuego de la violencia hacia nosotras.

Entiendo que la violencia hacia la mujer es un grave problema ancestral que tiene mucho de fondo y que involucra factores de cultura, educación, costumbres o quizá hasta cuestiones de tipo religioso o económico, y no será fácil acabar con ella, pero hay que empezar ya!, desde casa, sí desde casa, porque ahí es donde se origina.

Sé que muchas mujeres no estarán de acuerdo y se molestarán por lo expresado, pero esa es la cruda realidad.

Ahora explico porque, empecemos por el principio, y ese principio está en casa, pues mientras que cada madre siga educando a sus hijas para servir, agradar, rendir pleitesía al hombre en forma de esposo o hermanos varones, y menospreciándose ella misma y a sus hijas, estaremos condenadas a navegar en un mar de maltratos.

No me dejarán mentir, pero cuántas de nosotras hemos escuchado a nuestra madre decir: “plancha la ropa de tu hermano, lava la ropa de tu hermano, atiende a tu hermano que viene cansado, no molestes a tu hermano, hazle de comer a tu hermano, sírvele a tu hermano, deja que tu hermano vea el programa que él quiera y no lo molestes…”

O cuando le das la queja a tu madre de que encontraste a tus hermanos fumando o bebiendo, ella te dice: “déjalos, ellos son hombres”. O cuando quieres ir a la fiesta y le reclamas porque te niega el permiso y a ellos no, ¿sí o no? tu mamá te responde con la consabida frase: “es que ellos son hombres”.

O cuando en un golpe de suerte te dejan salir, ¿sí o no? te ponen un límite para llegar y en cambio tu hermano o hermanos llegan hasta el otro día. Tú por ser mujer te llevas una tremenda reprimenda contrario a ellos que por ser hombres, hasta más temprano se levanta tu mamá y les prepara unos ricos y picosos chilaquiles.

En provincia es muy común escuchar a las madres decir: “amarren a sus pollitas que mi hijo anda suelto”, lo que traduce en que por ser hombre tiene la libertad de “andar” con todas las mujeres que él quiera.

Y es que recordemos que la violencia no solo son golpes, la violencia también es a través de la crítica mal sana, es la agresión verbal y se da mucho en las oficinas, en las fábricas, en los lugares de trabajo.

Ven porque digo que todo comienza en casa.

Es duro y triste decirlo, pero esos hombres que ahora nos violentan, fueron educados por mujeres, por madres que sin darse cuenta crearon a un macho.

Por nuestro propio bien, cambiemos el “chip”, porque desafortunadamente la violencia de la que somos víctimas las mujeres, viene de otra mujer. DQ/PdC.

Foto de Bahaa A. Shawqi en Pexels

 

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