Tos persistente y, sangrado por la boca al toser, son los síntomas que comúnmente relacionamos con la tuberculosis (TB), sin embargo este padecimiento que se transmite a partir de la bacteria Mycobacterium tuberculosis, no solo causa los mayores estragos en los pulmones.
El microorganismo es capaz de invadir prácticamente cualquier tejido, desde el riñón, las vértebras, los huesos largos y hasta tejido nervioso; la tuberculosis meníngea es una de las más severas. Una vez que se instala, ese problema infeccioso origina un daño orgánico multisistémico.
Juan Pablo García Acosta, académico de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la UNAM, explica que cuando la infección es respiratoria, la tos persistente es por más de 15 días, dato fundamental, y se acompaña de fiebre, cansancio, pérdida de peso y de apetito.
El diagnóstico de la TB es clínico, en combinación con estudios de laboratorio y gabinete. En caso de sospecha de una tuberculosis pulmonar, es importante tomar una radiografía para valorar los estragos que pudiera haber provocado.
Hay que acompañar además con pruebas de laboratorio, como la llamada BAAR (prueba de bacilos acidorresistentes) para detectar al bacilo en la expectoración (flemas) que expulsa el paciente. También se puede realizar un cultivo para valorar el desarrollo del microorganismo.
Otras evaluaciones, como la de tuberculina, identifican si el paciente ha estado expuesto al microorganismo con anterioridad, o bien, una prueba de reacción en cadena de la polimerasa (PCR) confirma la presencia del ácido ribonucleico (RNA) del microorganismo; se trata de estudios más sofisticados, refiere el especialista.
¿Cómo se contagia?, de persona a persona. Aunque no basta sólo tener contacto con el microorganismo para infectarse, también se requiere la vinculación con factores adicionales como el hacinamiento o concentración de personas en espacios pequeños, la desnutrición y la disminución del sistema inmunitario.
El médico refiere que esto no significa que únicamente ataque a personas pobres, “pero sí hay mayor posibilidad de enfermar si existen esas condiciones adversas, vinculadas a la carencia o escasez de recursos”.
¿Qué hay de las vacunas?
Las vacunas contra la tuberculosis son efectivas, sobre todo cuando se aplican de forma adecuada y en el momento óptimo, y deben ser parte del esquema de vacunación al momento del nacimiento.
Aunque la protección no es de 100 por ciento, “hay certeza de que protege contra las formas más graves de la enfermedad. Su uso disminuye mucho la posibilidad de tener una tuberculosis grave, complicada, con diseminación a otros tejidos”.
En cuanto al tratamiento, el experto García Acosta precisa: se usa una combinación de antibióticos que ayudan a aumentar la efectividad, entre ellos rifampicina e isoniazida; además, su toma debe alargarse por algunos meses, siempre bajo la supervisión de un experto de la salud.
Pero si se interrumpe, si es mal llevado o no supervisado, se origina el riesgo adicional de crear resistencia, de que la enfermedad no ceda y, en el peor de los casos, llevar a la muerte.
La tuberculosis es una enfermedad antigua, refiere Juan Pablo García. Tenemos relatos de civilizaciones como la egipcia, china e india, con reportes de casos que sabemos -a través de inferencias- que eran de ese mal. PdC.