Los niveles de violencia que se viven en el país son multifactoriales, están relacionados con procesos biológicos, estado psicológico y ambiente social, por lo que se requiere ser más conscientes de cuáles son los detonantes que llevan a las personas a alterarse, consideró el investigador de la Facultad de Psicología de la UNAM, Jaime Eduardo Calixto González.
Al participar en el ciclo Nuevos Diálogos, organizado por las direcciones generales de Divulgación de las Humanidades y Divulgación de la Ciencia, Calixto González refirió que la violencia puede ser adictiva para el cerebro, pero se debe tener claro que este no discute y tampoco es violento si no tiene la sensación de ganar algo.
“No detectamos el nivel de violencia en el que estamos alrededor, y esto es algo que ha pasado en este país en los pasados 25 o 26 años, con un ambiente donde aumenta la violencia en la casa, en la escuela, etcétera.
Eres el adulto y sigues pegando como te pegaron a ti, es decir, aprendiste esa violencia, la repites y no la detectas. Si trabajáramos más en identificar qué es violento en el lenguaje, la postura, la manera como dices las cosas, nos haríamos más conscientes de que hay que cambiarlo”, reflexionó el investigador.
En la charla “Violencia ¿Biológica o social?”, ofrecida en el auditorio de la Casa de las Humanidades, el doctor en Investigación Biomédica Básica precisó que cuando una persona agresiva obtiene una ganancia secundaria y otro lo ve, automáticamente lo copia, pues es más fácil ser violento para llamar la atención.
Al considerar lo anterior, es posible decir que la suma de todos puede estar relacionada en los niveles de agresividad que se ven en el país, por lo que hay que tener claro en qué ambiente se está y cuáles son las condiciones, agregó el universitario.
Si las personas tenían algo que les generaba felicidad y se les ha quitado, disminuyen los factores que les permiten estar a gusto o tranquilos; es decir, si se pierden beneficios sociales se genera una suma de enojos que, al encontrarse, pueden estallar.
El neurofisiólogo detalló: lo que quiere el cerebro es tener la razón porque “mi verdad es absoluta, es mi experiencia contra la tuya y, además, no quiero que tú tengas la razón y es ahí donde viene el problema”.
En un ambiente así, las personas no observan su violencia y tampoco la de los demás. De hecho, apuntó, 1.2 por ciento de la población en el mundo tiene alexitimia, lo que significa que no reconoce sus emociones, ni las de los otros. PdC.