Cuando un niño no obedece, hace rabietas o no presta atención, de inmediato se le etiqueta como un pequeño con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), sin embargo no es una alteración que se pueda diagnosticar sin más ni más a la primera; sólo porque el infante actúe de tal manera, pero veamos qué dicen los expertos.
CDMX, Enero 17/24.- El denominado trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) tiene tres síntomas inequívocos: falta de atención fuera del rango típico, impulsividad e hiperactividad, señala María Teresa Monjarás Rodríguez, académica de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
La también maestra en Psicoterapia Infantil explica que a partir de los cuatro meses de edad los humanos desarrollan los componentes básicos de atención; a los cuatro años, cuando están en preescolar, logran seguir ciertas instrucciones sencillas, concretas, y su intención ya se dirige a un objetivo.
No obstante, hay que lograr diferenciar qué “es lo normal y lo patológico” cuando hablamos de la atención.
A esa edad, tienden a centrarse en detalles exactos de un suceso, los cuales se les olvida con facilidad. “Pero cuando se trata de algo patológico, no es capaz de concluir juegos o actividades sin ser distraído y esto aparece en diferentes ambientes, no solo ocurre en la casa o en la escuela”.
Por ello es que sugiere que antes de pensar que se trata de una situación de esa naturaleza, es necesario considerar que existen factores que pueden influir en la atención: ambientales, ruido, presencia de otras personas, sobreestimulación o el tiempo de descanso.
Diagnóstico preciso
Para diagnosticar el denominado trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) deben intervenir diferentes especialistas en los rubros psicológico y médico, y atenderse en esta etapa para evitar que evolucione a problemas de aprendizaje, y quizá baja autoestima.
En algunos infantes, explica, la inatención, hiperactividad e impulsividad pueden ser considerados como “normales” en los rangos de edad de tres a seis años, por eso es complejo el diagnóstico.
Algunos indicadores persistentes podrían ser: aceptan a regañadientes las normas, en ocasiones practican juegos agresivos, formulan varias demandas, interrumpen constantemente a los adultos cuando hablan, y además buscan establecer sus propias reglas, no toleran la frustración y muestran rabietas.
De acuerdo con Monjarás Rodríguez desafortunadamente en numerosas escuelas se carece del conocimiento para manejar a un infante con TDAH, además de que, en ocasiones, los padres son autoritarios o permisivos y cuesta trabajo llegar al equilibrio, por lo que es importante buscar ayuda y un diagnóstico preciso e integral. PdC.