“Si muero, te doy permiso para alimentarte de mi cuerpo.” Esta línea es el punto clave de un drama basado en hechos reales que enfrenta a hombres contra elementos con ingenio, voluntad de sobrevivir y coraje.
En 1972, un equipo de rugby uruguayo de 16 jugadores se dirige a Chile. El avión se estrella en los Andes, sumiendo a 45 personas en condiciones extremas. Solo 33 sobreviven, pero a lo largo de 72 días, más perecen.
Decisiones difíciles, incluyendo el canibalismo, se vuelven inevitables.
En 1993, “Alive” de Frank Marshall cubrió este evento de manera ligera.
Para “La Sociedad de la nieve”, bajo la dirección del español J.A. Bayona, los sobrevivientes finalmente permiten que su historia sea contada cinematográficamente, con compasión y destreza.
El elenco homogéneo se fusiona como atletas clonados. Bajo un escrutinio cercano, cada uno aporta autenticidad a su papel. El guion establece relaciones, rasgos de personajes y desafíos, manteniendo al espectador pegado a la trama.
Bayona destaca la desesperación personal, no el horror, capturando la fría naturaleza y la intimidad con composiciones visuales perfectas. La música de Michael Giacchino evoluciona desde acordes disonantes hasta sonidos eufóricos.
La dirección de arte, mezcla de sonido y peluquería rayan el preciosismo, son impecables.
La película, con una duración de 2 horas y 24 minutos, mantiene un impulso constante. Bayona enfatiza la resistencia humana y la lucha contra lo imposible, evitando el sensacionalismo.
En comparación con la versión de 1993, “La Sociedad de la nieve” es más conmovedora, convincente y humanizadora.
Perfecta para una noche de sábado, combina aventura basada en hechos reales con sustancia sobre las películas de género superficial.
Los sobrevivientes y las familias acertaron al esperar un equipo respetuoso para contar su historia.
Una película peligrosa y horripilante, pero también afirmante de la vida y milagrosa. PdC.
Crítica de Antelmo Villa.