Por Bernat del Ángel.
Cayetana está a punto de cumplir 18 años, y como padre, me encuentro reflexionando sobre lo que eso significa. Dentro de dos días, Cayetana dejará oficialmente de ser una niña, y yo, a su vez, me convertiré en el padre de una adulta. Esta transición me llena de una mezcla de emociones: nostalgia por los años de crianza que han pasado tan rápido, y anticipación por lo que vendrá a continuación en la vida de mi hija.
Recuerdo claramente el día en que Cayetana nació. Fue un momento de emoción y miedo, lleno de contracciones, caos y ansiedad. Fue parto en agua. Romina, su madre, y yo nos preparamos durante semanas para el parto, asistiendo a clases de preparación donde nos enseñaron sobre la respiración, el manejo del dolor y la lactancia materna. Sin embargo, nada pudo prepararnos para la realidad del momento. El parto fue largo y agotador, con Romina soportando, y yo tratando de ser su apoyo inquebrantable en medio del caos.
Recuerdo las palabras de Romina, llenas de ansiedad y dolor, mientras luchaba contra las contracciones y buscaba algo tan simple como un rollo de cinta adhesiva. Recuerdo el sonido de su voz mientras pedía ayuda, y el sonido del CD que reproducía la voz de la instructora de parto.
El parto fue mucho más sorprendente de lo que habíamos imaginado. Cuatro horas de dolor y agotamiento, culminando en un parto bajo el agua que parecía durar una eternidad. Recuerdo la angustia en los ojos de Romina, preocupada por la vida de nuestra bebé, y la sensación de alivio abrumador cuando finalmente la vimos nadar y al salir a respirar lanzarnos su primer llanto. En ese momento, supe que todo estaría bien.
Pero el reto apenas comenzaba. Los primeros meses de crianza fueron un torbellino de emociones y desafíos, desde las noches sin dormir hasta las preocupaciones constantes por la salud y el bienestar de nuestra hija. No estábamos preparados para la realidad de cuidar a una recién nacida, con todas sus demandas y necesidades.
A medida que Cayetana creció, experimente todos los primeros momentos: su primera sonrisa, su primer diente, sus primeros pasos. Y antes de que me diera cuenta, estaba enfrentando los desafíos de la adolescencia, desde las peleas por el control remoto hasta las discusiones sobre política y género. Cada momento fue único y especial, y cada conflicto la preparo para ser adulta.
Y ahora, aquí estamos, a punto de cruzar otro portal importante en la vida de Cayetana.
Y aunque estoy emocionado por verla crecer y convertirse en la persona que está destinada a ser, también me siento nostálgico por los años de crianza que han pasado tan rápido.
Pero independientemente de lo que el futuro traiga, sé que siempre estaré aquí para apoyar a mi hija en cada paso del camino. Porque aunque la vida está llena de cambios y desafíos, hay una cosa que siempre permanece constante: el amor incondicional que siento por ella, hoy y siempre.
Feliz cumpleaños, Cayetana. Que los próximos 18 años estén llenos de amor, felicidad y aventuras emocionantes.
Aquí estaré, con un tinto de verano y mis chistes malos cuando la adversidad intente dar la turra.
¡Que venga con todo, que acá sabemos convertirla en anécdotas llenos de carcajadas!