Historias Comunes

39 años barriendo las calles de la ciudad

Hay que saber andar entre el lodo sin ensuciarse…así es don Javier un hombre de 57 años, de madre guanajuatense y padre hidalguense que pese a sus ya 39 años de andar entre la suciedad, ha sabido mantener limpias sus acciones y su valores.

Una persona que su actividad no lo etiqueta; puntual y comprometido llega a la cita para relatar un poco de su día a día entre la basura. Sus manos callosas son muestra de los años que ha tomado con firmeza la escoba para barrer las calles de la alcaldía Álvaro Obregón.

Don Javier igual que aborda temas como la esclavitud, la discriminación, los derechos humanos, el respeto, la rectitud, el compromiso, de lo que está bien y de lo que no está bien, dice que su cabeza no le dio para el estudio, por eso cuando terminó la secundaria prefirió ser honesto con su madre y le anunció su decisión de no entrar a la preparatoria.

Para que gastar en libros y en escuela que no iba aprovechar le dice a Pláticas de Café. Por eso cuando supo que estaban contratando en el Servicio de Limpia de la alcaldía, de inmediato se presentó y se quedó.

No le tuvo miedo a la actividad, a los malos olores, a los desechos; ni lo dudo, por el contrario, le agradó pese a que en sus primeros años se contagió de herpes cuando limpiaba las laderas y barrancas de la Presa Golondrinas.

No supo ni como se le “pegó”; recuerda que le salieron ámpulas solo en la mitad de la cabeza y la cara, y que estuvo así durante tres semanas, tiempo en el que recibió atención médica privada, que obviamente él pagó.

Aun así, le gustó una labor que a los demás les parece sucia y desprecian.

Y desprecian en todos los sentidos, pues se pregunta “¿cómo es posible que todavía que nosotros nos llevamos sus desechos de la gente, nos discriminen, nos vean mal, nos menosprecien…no me cabe en mi cabeza?” al momento que con la mano ruda y callosa por el trabajo, señala su cabeza y le dice a Pláticas de Café, que es lo único que no le agrada de su labor, el menosprecio que sufren de parte de los demás.

Su jornada de trabajo es de seis de la mañana a las 14:00 horas, pero el comprometido con su labor llega a las dos de la madrugada, aunque lo critiquen los compañeros por ser “muy matado”; “para qué…” le dicen, “ni te lo agradecen”. No se trata de que me lo agradezcan justifica de inmediato: “es un compromiso que yo tengo con la gente, con ustedes, cómo voy a dejar que se les junte la basura; yo no puedo fallarles…”

Argumenta que si llega a las seis de la mañana como corresponde, ya no puede hacer bien su trabajo; las calles comienzan a llenarse de carros que ya estacionados no le permiten jalar bien la basura; “porque yo tengo que hacer bien mi trabajo, para eso me pagan”.

Y aun cuando no le pagan en algunas casas donde recoge la basura, pues creen que esa es su obligación, él presta sus servicios de recolección, pues no puede permitir que se junten los desperdicios.

Puntual explica que la gratuidad es solo en barrer las calles y demás lugares públicos, pero no entrar a los domicilios a recoger la basura; cada persona debe salir a entregarla a los camiones.

El compromiso de hacer bien su labor y no fallarle a las personas, lo lleva más que grabado, eso lo mantiene siempre fiel a su actividad, aun a costa de su bienestar. En sus 39 años de servicio pocas veces o quizá nunca ha tomado vacaciones.

“Sí me voy de vacaciones, ¿quién va a barrer y a recoger la basura, no hay personal…? ni modo que deje que se les junte”. Su trabajo no lo ve como una obligación, lo ve como un compromiso, por eso sacrifica su periodos de descanso; es más, cuando se enferma se preocupa más por su “chamba” que por su salud.

Quién va a recolectar los aproximadamente 300 kilos de desperdicios, entre desechos orgánicos, inorgánicos y hojarasca de los árboles de jardines y calles, que recoge tan solo él todos los días en su carrito en una jornada de ocho horas.

Poco se queja, pero lo que sí le gustaría es que les dieran una bodega, porque no tienen un lugar para guardar su carrito, la escoba, para “hacer nuestras necesidades fisiológicas”, para lavarse las manos luego de terminar su jornada, para cambiarse de ropa, pues a veces tienen que salir de su casa “vestidos de zanahoria” porque no tienen en donde ponerse el uniforme.

Pese a sus 39 años de labor, con solo descansar dos días a la semana como marcan las condiciones laborales, no ha pensado en jubilarse y ni quiere; el continuará barriendo y recolectando la basura “hasta que el cuerpo aguante”, pero espera que “el gobierno no lo obligue a retirarse” pues ya le falta poco para que llegue el momento o es más, él cree que ya hasta se pasó de tiempo.

Espera no suceda, porque entonces qué va a hacer en su casa.

El señor Javier está acostumbrado a trabajar, además dice que barrer es un ejercicio que lo mantiene sano, pese a las inclemencias del tiempo que sufren todo el año; que sí el calor, que si el frío, que si las lluvias…

Salvo cuando tuvo herpes, sólo ha tenido problemas respiratorios por el polvo que se levanta a la hora de barrer y por los cambios de temperatura.

Platica que afortunadamente no le ha sucedido lo que a sus compañeros; el líquido que generan los desechos orgánicos, especialmente la carne, cuando cae en la piel les quema.

Él ha tenido cuidado de que no le pase, pues dice que la gente no tiene consciencia ni la cultura de separar los residuos. “No tienen la disciplina, la gente no respeta, les falta cultura, les vale gorro y no separan la basura…”. Igual arrojan, jeringas, cubrebocas, desechos peligrosos que latas o cristales rotos, “y no tienen la educación de avisarnos”.

Con todos esos bemoles, aun así le sigue agradando su trabajo. Sabe que su actividad es de mucho riesgo por las condiciones insalubres en las que él y quienes se dedican al servicio de limpia se enfrentan todos los días.

Por eso dice que les dan una compensación por alto riesgo, además de otras prestaciones como atención médica en el ISSSTE, ayuda de despensa, lavado de ropa, becas para sus hijos y el “pago de marcha” (servicio funerario) para cuando llega el momento de “elevarse…”.

El trato educado y honrado que da a todos le ha ganado el respeto y aprecio de los vecinos en donde a diario comprometido y puntual llega a desempeñar bien y con gusto su labor PdC.

Escrito por MM.

1 Comentario
  1. Laura 2 años ago
    Reply

    No cabe duda que la labor que realizan estas personas es invaluable. Yo trato de tenerle atenciones al Sr. Rodrigo que es el encargado de hacer esta labor en mi colonia y procuro preguntar por su familia y su salud y cuando puedo le doy alguna gratificación en especie para que lleve a casa y lo comparta con su familia.

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