“Mi nombre era Eileen”, es un thriller sabroso y ocasionalmente loco protagonizado por Thomasin McKenzie como una joven tímida y Anne Hathaway como la femme fatale que enciende los corazones y calienta los ánimos. El director William Oldroyd adapta la aclamada novela de Ottessa Moshfegh y nos ofrece un noir psicosocial ambientado en un invierno de Massachusetts de mediados de siglo, donde la luz es sombría, la comedia es negra y la esperanza es algo que sucede en otro lugar.
Desde el primer plano, el espíritu de Alfred Hitchcock se siente. Eileen (Thomasin McKenzie), quien está necesitada de afecto, mira a una pareja besándose apasionadamente y, en una escena posiblemente fantasiosa, se mete nieve entre las piernas. Su vida es tan deprimente que solo le queda soñar despierta. Su coche es una reliquia o tal vez una constante amenaza. Vive con su padre, Jim (Shea Whigham), un ex policía viudo y alcohólico que ahora vaga por las calles apuntando pistolas a los vecinos.
El trabajo de Eileen no es mucho mejor. En una prisión juvenil llena de empleados malhumorados, imagina a un guardia de seguridad apuesto presionándola contra el vidrio. Un día, mientras saca la basura y se llena de caldillo, conoce a la nueva psicóloga de la prisión, Rebecca (Anne Hathaway), una mujer de ciudad con un peinado a lo Marilyn y una confianza abrumadora. Eileen, fascinada, entierra su cara en el abrigo de Rebecca cuando nadie mira y aspira profundamente.
En la obra navideña que montan los reclusos, “Navidad en la Prisión”, Eileen se cruza con la mirada divertida de Rebecca durante una pelea. Ese simple intercambio de miradas la hace sentir como si hubiera ganado el premio mayor. Al día siguiente, después de una tensa reunión con una madre visitante, Rebecca invita a Eileen a tomar algo. Eufórica, Eileen se prepara meticulosamente, usando el mejor vestido de su difunta madre y un poco de lápiz labial.
En el bar, Rebecca ya está burbujeante cuando Eileen llega. Con una línea seductora, Rebecca observa a Eileen y le dice que debe tener “sueños brillantes”. Ambas llaman la atención al bailar, y cuando un hombre intenta interrumpir, Rebecca lo noquea sin problemas y continúa bailando. Terminan la noche bastante ebrias, y Rebecca besa a Eileen antes de que esta conduzca a casa y despierte en su propio vómito, fantaseando luego con suicidarse con la pistola de su padre.
“Mi nombre era Eileen” me resulto inesperadamente cautivador. Las actuaciones son intensas, la intriga es palpable y las risas, muy oscuras. PdC.
Crítica de Antelmo Villa.