La costa de Portugal, justo en la isla de Sao Miguel en las Azores sirve como el telón de fondo para el debut en largometraje de ficción de Claudia Varejão.
“Lobo y perro”, locuaz y dinámica como los jóvenes que la protagonizan, captura la esencia del aislamiento y la individualidad, mientras explora las fuerzas opuestas de la comunidad y el deseo de conformarse. Su trama de madurez LGBTQ+ ha recorrido un exitoso camino en festivales, ganando el premio del director en la sección Giornate degli Autori en Venecia, y ha encontrado distribuidores en España, Francia e Italia. Su entorno distintivo y la positiva representación de la comunidad queer seguramente atraerán a otros países.
La dirección de Claudia Varejão comienza con un toque de neorrealismo, pero se vuelve más experimental a medida que avanza la película. Los adolescentes Ana Cabral (Ana) y Ruben Pimenta (Luis) han vivido siempre en la isla, pero ellos y sus amigos sueñan con horizontes más allá del mar y están dispuestos a romper con la tradición. Luis es abiertamente gay y cuenta con el apoyo de su madre, quien compensa la negatividad de su padre. En contraste, Ana tiene una relación más tensa con su madre, derivada de las frustraciones personales adultas.
Los jóvenes frecuentan el bar gay local, pero es la visita de una amiga, Cristiana Branquinho (Cloe), que se ha mudado a Canadá, la que cataliza el despertar sexual completo de Ana. Aunque este es el núcleo de la historia, la vida en la isla también se integra en la narrativa, mostrando de todo, desde un bautismo hasta una peregrinación y las actividades ilegales del hermano de Ana.
Claudia Varejão, una documentalista reconocida, cuya obra incluye “Amor Fati” y el documental “Ama-San“, busca autenticidad en su casting de actores no profesionales. Estos participaron en un grupo de desarrollo personal de 13 semanas para prepararse contra cualquier discriminación relacionada con su orientación sexual e identidad de género debido a su participación en la película.
El guion de Claudia Varejão y Leda Cartum maneja hábilmente el tema de la discriminación, indicando que, aunque la isla es profundamente religiosa, no es completamente hostil hacia sus miembros LGBTQ+.
La tolerancia no es lo mismo que la aceptación, como muestra una microagresión que sufre Luis sobre un rosario, pero retrata una sugerencia esperanzadora de progreso.
Pero la dirección de Claudia Varejão se vuelve más experimental con el tiempo, incluso rompiendo la cuarta pared para destacar la apertura y el orgullo de la nueva generación. La cinematografía fluida de Rui Xavier complementa esto, capturando momentos como Luis patinando mientras un avión vuela sobre él, y la creciente intimidad entre Ana y Cloe con una luz violeta junto al lago.
Aunque Claudia Varejão a veces se pierde en el momento y no logra unir completamente sus escenas, se agradece la disposición a experimentar con ideas y muestras que está en su propio viaje. PdC.
Crítica de Antelmo Villa.