Eli Roth, ese director que siempre ha navegado en el mar del gore y lo bizarro, se enfrenta a un nuevo desafío: adaptar “Borderlands”, una de las franquicias de videojuegos más queridas por su irreverente humor y su explosiva acción.

Pero aquí está la cuestión: Eli Roth ha tomado un camino lleno de obstáculos y, francamente, ha terminado en un callejón sin salida.

La trama nos presenta a Lilith, encarnada por Cate Blanchett, una cazadora de recompensas con un pasado misterioso que vuelve a Pandora, un planeta caótico y peligroso, en busca de la hija perdida de Atlas, interpretado por Edgar Ramírez, un villano de calibre galáctico.

Para llevar a cabo esta misión, Lilith forma un equipo de lo más dispar: Roland (Kevin Hart), un mercenario curtido; Tiny Tina (Ariana Greenblatt), una joven experta en demoliciones; Krieg (Florian Munteanu), el protector musculoso de Tina; Tannis (Jamie Lee Curtis.), una científica algo chiflada; y Claptrap (Jack Black), un robot hocicón.

Si bien “Borderlands” tiene todos los ingredientes para ser una película de acción desbordante y divertida, Eli Roth cascabelea en el camino. Los videojuegos en los que se basa no son precisamente célebres por su narrativa profunda; más bien, son conocidos por su frenético tiroteo y su humor adolescente. Los jugadores disfrutan de las armas absurdas y los momentos de locura que ofrece el juego, como un rifle que grita mientras disparas o un lanzagranadas que dispara hamburguesas explosivas. Sin embargo, la película apenas toca esta vena creativa y, en su lugar, se aferra a clichés y una historia predecible que ya hemos visto miles de veces.

Desde la introducción, donde un soldado rescata a la hija del villano de una prisión espacial, hasta la revelación de un antiguo secreto escondido en una bóveda misteriosa, la película se siente como un collage de referencias a otras obras de ciencia ficción. Nada nuevo bajo el sol de Pandora. Lo que podría haber sido una película desbordante de acción y sarcasmo se convierte en una serie de secuencias de acción insípidas y diálogos forzados. Los personajes, que en teoría deberían ser carismáticos y vibrantes, parecen aburridos y desmotivados, especialmente Cate Blanchett, quien parece estar en piloto automático durante toda la película.

La única chispa de vida proviene de Jack Black, cuyo Claptrap, aunque molesto, logra arrancar algunas risas. Pero incluso este pequeño destello de humor no es suficiente para salvar una película que se siente vacía y carente de alma. Los fanáticos del juego pueden apreciar la fidelidad de algunos aspectos visuales, como los trajes y la ambientación, pero eso es todo. El mundo de “Borderlands” en la pantalla grande es tan plano y sin vida como una caminata de noventa minutos por una cueva oscura.

Concluyo, “Borderlands” es una adaptación que nunca debería haber visto la luz. Eli Roth, conocido por su estilo personal y provocador, se ve atrapado en una película que carece de personalidad y que falla en capturar la esencia caótica y divertida de los videojuegos. Lo que podría haber sido una fiesta de acción y risas se convierte en un producto sin alma del cual puedes prescindir sin congoja alguna. PdC.

Crítica de Antelmo Villa.

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