CDMX, Diciembre.- La Navidad es más que una fecha importante del calendario litúrgico cristiano, desde el punto de vista histórico y etnográfico, refleja muchas costumbres y tradiciones; es un muestrario de lo que han sido las comunidades humanas a lo largo de los siglos.
El sentido original de la Navidad no ha cambiado: se recuerda el nacimiento de Jesús que, para la gente compenetrada con su religiosidad, representa la llegada al mundo de la esperanza, el advenimiento del reino de Dios en la tierra.
La académica de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán, María del Carmen Eugenia Reyes Ruiz, platica sobre esta fecha importante para todo el mundo, dice que el cumpleaños de Jesucristo no siempre se celebró, ni se hizo en la misma fecha.
La iglesia cristiana originaria, la de los dos primeros siglos, no estaba de acuerdo con celebrar la natividad, mucho menos considerarla una fecha importante como la Pascua de Resurrección.
La celebración del nacimiento de las personas la consideraban como algo propio de paganos (que adoran a dioses “falsos”). Por eso la festividad se demoró siglos: “la referencia más antigua de una comunidad cristiana que celebra el nacimiento de Cristo la encontramos hacia el año 200, en Alejandría”.
La académica en la carrera de Historia señala que ni la Biblia ni ningún documento cristiano consigna la fecha exacta de su nacimiento. “Es difícil que haya sido el 25 de diciembre, porque los pastores que lo fueron a adorar y sus ovejas se hubieran congelado durmiendo al aire libre a las temperaturas bajo cero de fin de año”.
El establecimiento de esa fecha fue parte del sincretismo; “en lugar de pelear con tradiciones, costumbres y celebraciones de arraigo en las poblaciones a las cuales fue llegando, el cristianismo las hizo suyas y les dio un nuevo sentido”, refiere Reyes Ruiz.
Fue el caso de la celebración del solsticio de invierno (ente el 23 y 26 de diciembre) en numerosas culturas precristianas; invariablemente tiene origen en los calendarios agrícolas.
Era la noche más larga en el hemisferio norte y se consideraba el momento de mayor peligro del año, cuando era posible que la oscuridad se quedara de forma permanente, por lo que el amanecer significaba el triunfo del Sol, de la luz y la promesa del regreso de la primavera y el tiempo de volver a sembrar y cosechar.
En la antigua Roma, relata la historiadora, en esas fechas encontramos fiestas importantes del calendario ritual; la más extendida era la de los Saturnales o Saturnalia, que duraba tres o cuatro días en torno al solsticio de invierno y consistía en eventos especiales que resultan de actualidad: eran momentos de descanso, se visitaba a los familiares y se entregaban obsequios.
Además, los anfitriones recibían a los visitantes con alimentos y vinos más finos de los acostumbrados. Y no sólo eso, era la época en que se liberaba a los esclavos, en que todos se consideraban iguales, de hermandad.
Hasta el año 325 -cuando surge el cristianismo católico, unificado, universal, luego de que el emperador romano Constantino convocó al Concilio de Nicea- se estableció como fiesta litúrgica la Navidad y la Epifanía (adoración de los Reyes), entre el 25 de diciembre y el 6 de enero. Ahí por primera vez hubo coincidencia entre el nacimiento de Cristo y el solsticio de invierno.
Luego, en el año 350 el Papa Julio I propuso la fecha que se conmemora hasta la actualidad “y de paso desplazar a la Saturnalia, que se seguía celebrando”. Se atribuye al Papa Liberio establecer, oficialmente, la festividad en el año 354.
La primera referencia de un banquete navideño dentro del ámbito cristiano fue en el 379, en Constantinopla. “Los ritos poco se han modificado; en el caso de los creyentes, el principal es asistir a la celebración eucarística o misa, que en muchos lugares se hace a la medianoche y se complementa con una reunión familiar; y una celebración especial para los no-creyentes. El intercambio de regalos permanece desde hace más de dos milenios”, subraya. PdC.
Foto de Streetwindy en Pexels