Al Paciente con Amor

Titánica la tarea de cuidar a un enfermo

El amor que se le profesa a los padres, a los hijos, a los abuelos, al esposo, a los hermanos, es inmenso, pero la tarea de velar por ellos día con día cuando el ser querido está enfermo se va convirtiendo en una labor titánica y desgastante para la persona que se encarga de hacerlo.

El amor por la familia es tan inmenso y profundo que cuando están enfermos se vuelca toda nuestra atención y dedicación hacia ellos que somos capaces de dar la vida por ellos.

Y si, una persona que se dedica a cuidar a una madre o hijo o abuelo o hermano o esposo, literalmente “da la vida” porque se le va la alegría, las ganas de vivir; poco a poco pierden sus ilusiones; abandona sus proyectos de vida; de repente se deprime, entra en ansiedad, su autoestima va quedando por los suelos.

Quien cuida al familiar enfermo es la esposa, la hija o la hermana o la tía; y esa mujer que generalmente es de entre 19 y 25 años de edad, comienza a fumar mucho, a beber; de pronto se ve comiendo de manera compulsiva.

Luego de cuidar al enfermo se pasa el tiempo viendo televisión; se aísla, deja de salir a la calle, de ir al cine, de practicar su deporte favorito, de interactuar con los amigos, de ir a trabajar; ya no se arregla, termina por no bañarse y a veces, hasta  con ideas suicidas.

Labor invisible y desgastante

Cuando alguien enferma en casa la atención se vuelca sobre el paciente y se olvidan de la persona que lo asiste; su tarea se torna invisible, no obstante que de manera noble y desinteresada deja de ir a la escuela o a trabajar a la oficina con tal de atender ya sea al hijo o a la hija, a los padres o a los abuelos o a los hermanos, señala la doctora en psicología María Isabel Moratilla Olvera.

Una labor que conlleva para el cuidador un desgaste personal, pues pone todo de sí y empieza a descuidarse, comenta durante una entrevista, la también directora del Centro Viveca formado por un grupo de especialistas interesados en el encuentro humano en momentos de crisis, como es en este caso, asistir a un ser querido en etapa terminal o con algún mal discapacitante.

Y es que como dice la psicóloga, la atención emocional que demanda una persona dependiente, “jala mucha energía” del cuidador que por lo general hace a un lado sus proyectos personales; situación que con el tiempo lo mina  emocionalmente y le resta motivación de su propio sentido de vida.

Al pasar mucho tiempo con el paciente, con el ser querido que se acerca a la muerte, ellas también decaen pues tienen que tomar decisiones muy “fuertes” en relación con la enfermedad y con la pérdida de vida. Pese a que realiza la labor de la mejor manera posible y amorosa, también se desmotiva.

El cuidador tiene que entender que la atención no debe ser desbordada ni desmedida, porque pensar y hacerlo de manera contraria provoca que mine sus propios aspectos físicos y psicológicos, llevándolo en un futuro a padecer el síndrome del cuidador primario.

Síndrome del cuidador primario

Sobre el síndrome, la especialista explica que el cuidador primario al dejar de lado su propia vida cae en males de tipo psicosomático, en trastornos musculares, cardiovasculares, inmunológicos y gastrointestinales, además de presentar depresión, ansiedad o hasta “ideación suicida”.

Es tanto el estrés por los largos periodos que pasa con el enfermo que el encargado o cuidador primario llega a decir “yo ya no quiero hacer esto, preferiría morirme a estar lidiando con esto”.

Ante tal panorama, el Centro Viveca que se especializa en la terapia para procesar pérdidas y duelos difíciles, ideó el taller “Cuidarme para cuidar” para ayudar al cuidador primario a que desempeñe la tarea de asistencia, pero sin sufrir y sin dejar de lado sus propios objetivos de vida. PdC.

Por MM.

Centro Viveca: Ensenada 101-2, esquina Benjamín Hill, colonia Hipódromo Condesa. Teléfono: 52 71 36 46, mail: contacto@centroviveca.mx Horario: de lunes a sábado de 9:00 a 20:00 horas.

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