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El plástico: del mar hasta la comida

Desde que se creó el plástico está en nuestras vidas, lo usamos para casi todo y está en todas partes; su presencia va ganado espacio en ríos,  lagos, mares, océanos; y ahora va ocupando terreno.

Ante las millones de toneladas de este tipo de desechos que siguen creciendo, que ya era preocupante, surge otro problema más. Un reciente estudio hecho por científicos de la University of Eastern Finland ha encendido los focos rojos.

Encontraron que los nanoplásticos se pueden transferir en la cadena alimenticia, lo que podría tener afectaciones graves en la salud de las personas.

En este sentido, se estima que en ocho años habrá aproximadamente 99 millones de toneladas de desechos plásticos en el medio ambiente. Lo que incrementará la presencia de micro y nanoplásticos, que están llegando tanto a nuestra sangre como a la comida.

La descomposición de estos artículos puede tardar de 100 a 1000 años, además, solo el nueve por ciento de los residuos entran a un proceso de reciclaje. Los nanoplásticos son derivados de los desechos plásticos, que debido a su resistente composición se van fragmentando hasta convertirse en diminutas partículas de menos de 0.5 centímetros.

Ya se había descubierto que la ingesta de algunos mariscos y peces contaminados con plásticos podría ser la causa por la cual se han encontrado micro y nanoplásticos en la sangre.

Sin embargo, la investigación sobre cómo pueden transferirse en una cadena alimenticia revela algo preocupante: existe una alta prevalencia de estos en cualquier tipo de ecosistema.

Con el estudio se constató que los fragmentos plásticos pueden transferirse al suelo, nutriendo a las plantas. Lo que ocasiona que haya nanoplásticos en frutas y verduras.

Dicha conclusión se verificó por medio de un experimento en el que se desarrolló una novedosa técnica basada en huellas dactilares para detectar y cuantificar nanoplásticos en los organismos dentro de una cadena controlada de tres niveles.

El primero consistió en sembrar una lechuga en un suelo con el contaminante y dársela a comer a larvas, que posteriormente serían ingeridas por peces.

“La lechuga en cuestión se cultivó en suelo contaminado con nanoplásticos durante un período de 14 días. A partir de ahí, el cultivo fue cosechado para dar de comer a las larvas de la mosca del soldado negro, que es una fuente de proteína en muchos países.

Una vez que habían pasado cinco días de alimentación, los insectos fueron dados como alimento a los peces, de nuevo, durante un período de cinco días”.

Ante esto, el doctor Fazel Monikh, autor principal del artículo, asegura que la presencia de estas partículas en la lechuga, podrían ser un riesgo para la salud de herbívoros, e incluso seres humanos, si lo que pasa con esta verdura y los plásticos es una reacción generalizada que lleva a la presencia de nanoplásticos en las frutas y verduras.

Los cuales pueden permear en el cuerpo y tener consecuencias imprevistas, como que estos diminutos plásticos pudieran instalarse en órganos vitales. PdC.

 Foto de Yaroslav Shuraev.

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