Al Paciente con Amor

“La música cura cerebros…”

¿Has escuchado sobre la musicoterapia, sabes qué es, para qué sirve o a quiénes les sirve?

Te platicamos que la musicoterapia es una disciplina paramédica donde la música es usada con objetivos no musicales, es decir, para dar apoyo a nivel clínico, emocional, cognitivo y de atención.

Según la Federación Mundial de Musicoterapia, consiste en: “Usar la música y sus elementos como intervención en ambientes médicos, educativos y cotidianos con individuos, grupos, familias o comunidades para optimizar su calidad de vida y mejorar su salud y bienestar físico, social, comunicativo, emocional e intelectual”.

Pero, ¿a qué se debe el potencial curativo (o salutogénico) de dicho arte?

Por ser un campo relativamente nuevo hay engranajes de esa maquinaria que aún no sabemos ni cómo engarzan ni cómo giran, comenta el coordinador del área de Musicoterapia de la Facultad de Música (FaM) de la UNAM, Daniel Torres Araiza, quien también dirige el Taller Todos Somos Uno.

Añade que parte de la respuesta la adelantaba el neurólogo y escritor británico Oliver Sacks al detallar: “La música tiene mucha mayor capacidad para activar más partes de nuestro cerebro que cualquier otro estímulo conocido”.

Estos son algunos de los testimonios sobre los beneficios de la musicoterapia:

Se trata del caso de Angélica, quien se integró al taller cuando era una niña con una afasia tan pronunciada que varios la tomaban por muda.

De inmediato, el profesor Torres Araiza la hizo participar en diversas dinámicas de ritmo, armonía y melodía. Un buen día, luego de varias sesiones y sin previo aviso, Angélica rompió el silencio y se soltó a hablar. Al llegar a su casa prosiguió con una charla que, hasta hoy, continúa.

“Imagina lo que significa para una pequeña comunicarse con palabras cuando eso le resultaba imposible”, señala el experto que a partir de enero de 2020 coordina el área de Musicoterapia de la FaM y dirige el Taller Todos Somos Uno.

Un espacio donde una veintena de personas con capacidades diferentes -desde adultos invidentes hasta niños con trastornos del espectro autista- acuden los lunes, martes y viernes para cantar, tocar percusiones y, lo más importante, para convivir, crear comunidad y sanar.

Un lugar en donde una adolescente con síndrome de Down que, de ser en extremo huraño y tímido, comenzó a granjearse amigos.

O la joven cuya espasticidad (trastorno motor) la obligaba a apretar el puño siempre y con tal fuerza que se marcaba las uñas en la palma hasta que, a base de ejercicios sonoros, abrió la mano, pulsó un instrumento y lo hizo sonar.

Carlos Enrique Fuentes, asiste al Taller de Musicoterapia hace más de una década. Tiene 44 años y padece esquizofrenia. Dice que el mejor momento de la semana para él es cuando su madre lo lleva al taller de la FaM, porque en ese lugar tiene una familia expandida.

“Con algunos simpatizo mejor que con otros, aunque al final estar juntos nos ayuda. El nombre mismo del grupo lo dice: Todos Somos Uno”.

A Carlos Enrique le cuesta trabajo ubicar temporalmente varios de sus recuerdos -cree que el rector de la UNAM aún es José Sarukhán- y, cuando lo hace, es de manera un tanto difusa.

Sin embargo, hay eventos autobiográficos que cita con exceso de detalles y todos tienen que ver con la música, como que empezó a tocar el acordeón a los 13 años hasta que su familia lo vendió por problemas de dinero, por lo que se mudó al piano.

“El teclado de los acordeones es idéntico, pero con muchas menos teclas, por lo que me fue fácil adaptarme al nuevo instrumento”.

La lentitud con la que el integrante del taller habla contrasta con la rapidez con que mueve sus dedos sobre los teclados.

Esa soltura le ha ganado diversos reconocimientos como intérprete-instrumentista y también explica que se sienta más cómodo expresándose con notas musicales que con palabras, pues como refiere el etnomusicólogo Bruno Nettl: “La música es sonido humano que comunica más allá de los alcances del lenguaje”.

Pese a admitir que le falta vocabulario para detallar los cambios experimentados a partir de la musicoterapia, Carlos Enrique está consciente de los beneficios que le ha dejado la música.

“Cuando no tomo mis medicamentos me invade una sensación muy fea que me quisiera quitar de tajo, contrario a lo que me pasa frente a mi instrumento, el cual me hace sentir relajado, tranquilo, que todo fluye y que estoy bien”.

Si pudiera describir su padecimiento en términos de sonido, Carlos Enrique diría que es una cacofonía, una que le ha sido más llevadera gracias al piano y al taller de la FaM.

“De pronto todo tiene más orden. Saber qué puedo hacer arte con sonidos y silencios me ha ayudado a entenderme mejor a mí y a mi padecimiento. Algo que siempre repito es que la música cura cerebros, pues, como le decía a uno de los maestros, los ejercicios que nos ponen mueven algo en mi cabeza y la hacen funcionar mejor”.

“Quienes forman parte de nuestro taller son muy diferentes hoy si los comparamos con el día en que entraron”. No hay duda, una vez que hemos escuchado música algo se transforma en nuestro interior. “

¿Pero qué podría decir?  A mí me dio vocación; desde pequeño, cuando la oí, supe que me dedicaría a ella”, apunta Daniel Torres, quien dirige el Taller Todos Somos Uno.

Los interesados en inscribirse a esta actividad, pueden enviar un correo a: educacion.continua@fam.unam.mx PdC.

 

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