¿Has escuchado de la violencia económica? Es otra forma de agresión contra las mujeres. La que muchas veces pasa inadvertida porque no deja rastro como los golpes físicos, pero afecta a 22 de cada 100 mujeres mexicanas.
Para saber bien a bien sobre esta forma de agresión, te compartimos como se define en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.
Refiere que la violencia económica es “toda acción u omisión del agresor que afecta la supervivencia económica de la víctima. Se manifiesta a través de limitaciones encaminadas a controlar el ingreso de sus percepciones económicas, así como la percepción de un salario menor por igual trabajo, dentro de un mismo centro laboral”.
De acuerdo al Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES), este tipo de violencia se reproduce en el ámbito familiar, siendo una forma de control en contra de las mujeres.
Se muestra a través de la agresión producida por la persona que ostenta el dominio económico, la manipulación para gestionar los gastos o la privación de recursos, lo que induce al aislamiento y la angustia por la satisfacción de las necesidades personales y/o familiares.
Puede manifestarse también, por ejemplo, en la convivencia familiar y de pareja, cuando al tener una dependencia económica con el cónyuge o concubino, se impide tomar decisiones sobre la economía del hogar.
O cuando se exige dar cuenta a la pareja acerca de todo lo que se gasta, aun cuando la persona afectada gane sus propios recursos o asuman solas el cuidado y la manutención de los hijos e hijas.
La violencia económica puede no detectarse debido a que no deja un rastro tan evidente como las agresiones físicas, pero tiene cifras alarmantes: 13.4 millones de mexicanas la han padecido en algún momento de su vida.
Es decir, 29 por ciento del total de mujeres de 15 años o más, según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016.
La violencia económica impacta de manera negativa el futuro de millones de mujeres que al dedicarse a trabajos no remunerados como el ser “ama de casa” o a labores de cuidado, no alcanzan un monto o no tienen una pensión o jubilación como los hombres.
Pero esto no para ahí, la violencia económica sale de casa y se estaciona y se sufre también en los centros laborales con la enorme brecha salarial, como se da cuenta en El Economista, que refiere que las mujeres en puestos de liderazgo y con sueldos mayores a cinco salarios mínimos son casi la mitad (248 mil) frente a los hombres (546 mil).
En cuanto al crecimiento laboral, los incrementos salariales y cambios de puesto son más lentos para ellas, y no se diga, también las brechas de carrera, ya que las mujeres tienen que dejar sus trabajos para realizar labores no remuneradas, además de la maternidad. PdC.
Foto de Tirachard Kumtanom.