Historias Comunes

Mi cachonda frustración

Por Bernat del Ángel.

La frustración es una compañera fiel, la sombra que nos sigue desde la infancia hasta la tumba o el fuego. Aprender a manejarla, a convivir con ella, a transformarla en algo positivo es casi una ciencia y, definitivamente, un arte. Porque, vamos a ser sinceros, la vida está diseñada para frustrarnos. Desde el momento en que tu madre no te da ese caramelo que deseabas tanto, hasta el día en que no consigues ese trabajo soñado, la frustración es una constante.

Primero, aprendamos a reconocer la frustración. Esa sensación de impotencia, de rabia contenida, de ganas de mandar todo a la mierda. No es más que la confirmación de que somos humanos. Nos enseñan desde moconetes que fallar es malo, equivocarse de bestias.

¡Mentira! El error es la esencia misma del aprendizaje. La frustración es solo el aviso de que estamos vivos, de que estamos intentando, de que estamos en el juego, señal de que nos movemos Sancho.

La infancia es un campo minado de frustraciones. Querías ser astronauta, pero descubres que tienes miedo a las alturas. Querías ser futbolista, pero te das cuenta de que ni siquiera puedes coordinar los pies para caminar. Aquí es donde entra el arte de manejar la frustración. No se trata de resignarse, sino de aprender a cambiar el enfoque. No puedes ser astronauta, ¿y qué? Igual puedes ser el mejor narrador de historias espaciales. No eres Messi, pero quizás seas el mejor entrenador que el mundo no ha visto.

Ahora bien, convivir con la frustración es otro tema. Se trata de aprender a vivir con ella sin dejar que te domine. Es una especie de domesticación de ese dragón interno. No se trata de eliminarla, sino de integrarla. La frustración, bien manejada, puede ser un motor de cambio, una chispa que encienda la creatividad y la innovación. Es como tener una piedra en el zapato: te molesta, te duele, pero también te hace más consciente de cada paso que das.

Transformar la frustración en algo positivo es el pináculo del arte. Aquí no hablamos de negar la frustración, sino de usarla como materia prima para crear algo nuevo. ¿Te han rechazado en una entrevista de trabajo? Genial. Usa esa rabia, esa decepción, para preparar mejor la próxima vez. ¿Tu relación ha fracasado? Perfecto. Aprende de esos errores, crece, y construye una mejor versión de ti mismo.  Mi bruja cósmica dice que por cada cosa mala que me ocurre hay tres buenas por descubrir.

A ver, no seamos ingenuos. La vida no es justa, nunca lo ha sido, ni lo va a ser. Pero eso no significa que debamos resignarnos a ser víctimas. La frustración puede ser una herramienta poderosa si sabemos cómo usarla. Al final del día, la diferencia entre una persona que se hunde en su miseria y otra que se levanta con más fuerza está en cómo gestionan esa frustración.

Y es que la frustración, cuando la dominas, puede convertirse en tu aliada más fiel. Es como ese amigo cabrón que siempre te dice la verdad, aunque duela. No está ahí para hundirte, sino para recordarte que siempre puedes hacerlo mejor, que siempre hay margen para crecer. La próxima vez que te sientas frustrado, agradece la oportunidad. Estás por descubrir el multiverso donde eres un titán.

Aprender a gestionar, manejar, convivir y transformar la frustración es un acto de valentía. Es la aceptación de que somos imperfectos, de que el fracaso es parte del proceso, de que cada caída es una oportunidad para levantarnos con más fuerza. Porque, al final, la vida no es una línea recta. Es una serie de tropiezos, caídas y arriba otra vez. La verdadera medida del éxito no está en no caer, sino en cómo nos levantamos.

Y no olvidemos un detalle crucial: reírnos de nuestras frustraciones. Sí, reírnos. Porque, en el gran esquema de las cosas, nuestras pequeñas tragedias no son más que anécdotas en el libro gordo de la vida. Así que, la próxima vez que sientas que el mundo conspira contra ti, que Dios no ha bajado para pedirte perdón, sonríe, ríe, y sigue adelante. La frustración puede ser un adversario temible, pero también puede ser el mejor maestro que tendrás jamás.

Así que, abraza tu frustración, pero no te cases con ella. Eventualmente, es mejor encamarse con el fracaso que ser onanista con las excusas. PdC.

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