Anécdotas de café…
Que quita el sueño, que provoca dolor de cabeza, que da taquicardia, que altera los nervios…
Me pregunto si serán solo mitos o si será cuestión mental o será que sus detractores han inventado todo eso como venganza porque no pueden tomar café.
Un día descubrí que no hay dolor es mental.
Un par de amigas y yo pedimos café a un local recién inaugurado; una de ellas fue muy específica: “que sea descafeinado por favor porque el café normal me provoca fuertes dolores de cabeza”.
“¿En serio…?”, le respondimos al unísono.
“Es más, el dolor de cabeza me da casi al momento que lo pruebo por eso cuando quiero tomar café cuido que sea descafeinado…”, dijo ella.
Con esa advertencia tuvimos la precaución de cumplir la instrucción pues no queríamos ser las causantes de un dolor de cabeza.
Luego de un largooo rato de espera, la amiga que quiso café americano regular me acompañó a recibir al repartidor. Ya en la cocina sacamos los vasos de la bolsa donde venían debidamente acomodados, peroooo al momento de ver cuál era el descafeinado nos encontramos con que no los habían etiquetado y no sabíamos cuál de los tres era el libre de cafeína.
¿Cómo le hacemos para saber cuál es cuál? nos cuestionamos, ni modo de probarlos, dijimos al momento de soltar unas risitas pícaras.
Además, ¿a qué sabe un descafeinado, es más ligero su sabor, a qué?
Como ninguna de las dos sabía nos encontramos con el “gran dilema” de su identificación.
Después de pensarlo mucho, tomamos uno al azar y se lo dimos con cierto temor pues teníamos muy presente la advertencia del fuerte dolor de cabeza.
Luego de una larga y amena charla acompañada de deliciosos sorbos de café, mi amiga la que lo toma regular se da cuenta que ¡zas! a ella le había tocado el descafeinado.
¡Oh no! Eso quería decir que “no le dimos al clavo”.
Discretamente me llama a la cocina y me muestra la etiqueta que decía: descafeinado.
¡Cómo!, no podía ser, si buscamos bien… y ahí estaba, ahí decía bien claro: des-ca-fei-na-do.
Por arte de magia había aparecido la chingada etiqueta.
Regresamos a la estancia y temerosas le preguntamos a la amiga que le hace daño: “¿qué tal tu café, te gustó, todo bien…?
¡Si claro!, todo bien, muy sabroso, para la siguiente reunión volvemos a pedir de la misma cafetería, ¡me encantó!, respondió la amiga que lo toma descafeinado para evitar “fuertes dolores de cabeza”.
“No hay dolor, no hay dolor, es mental”.
¿Cómo ven, ustedes qué piensan: será mito o sólo es cuestión mental? PdC.