Miscelánea

Abuelos: el hack emocional para tus hijos

Por Bernat del Ángel.

Hay magia innegable entre los niños y sus abuelos, una complicidad que los padres, con sus horarios ajustados y su paciencia limitada, simplemente no pueden igualar. Quizá sea el olor a galletas recién horneadas mezclado con ungüento para la artritis, o tal vez la promesa tácita de que bajo el techo de los abuelos, las reglas son flexibles y los abrazos ilimitados. Pero, ¿qué tiene esta relación que hace que los pequeños se vuelvan locos por sus abuelos?

Un estudio reciente realizado por una empresa de juguetes con ojo para los afectos familiares, entrevistó a 1,000 niños de entre cinco y siete años para averiguarlo. Y los resultados no decepcionan. El 47% de los encuestados dijo que les encanta pasar tiempo con sus abuelos porque los hacen sonreír. Nada mal para una generación que cree que el humor nació con los memes. Un respetable 40% afirmó que los yayos son los mejores porque juegan con ellos. Y aquí viene el golpe maestro: un pícaro 35% admitió que lo que realmente les gana el corazón es que sus viejos les dan más golosinas.

Si, el azúcar sigue siendo la moneda universal de la felicidad infantil.

Es maravilloso ver cómo esta investigación confirma algo que todos ya sabemos en el fondo: los niños aman estar con sus abuelos, y viceversa. Esta conexión no es solo entrañable, es crucial para el desarrollo infantil. Los abuelos, con sus historias de tiempos lejanos y su paciencia infinita (que curiosamente no mostraron con sus propios hijos), ofrecen algo que los niños modernos necesitan desesperadamente: interacción humana de calidad, risas, mimos y un poquito de rebeldía, siempre la justa.

Porque seamos honestos, en un mundo saturado de pantallas, aplicaciones y notificaciones, lo que los niños realmente necesitan no es otro iPad, sino alguien que les enseñe a mirar a los ojos, a escuchar historias sin “skip intro” y, quizás, convencerles de que algún artilugio plástico es el Ojo del huracán… Los abuelos, sin proponérselo, son los guardianes de una infancia que poco a poco se desvanece, un tiempo donde la felicidad se encontraba en cosas simples como construir una fortaleza con sábanas o aprender las canciones de Cri-cri. (aunque con los años se decanten por ruido y no por la música).

Pero volvamos al tema de las golosinas, ese soborno dulce que los abuelos manejan con maestría. Mientras los padres se debaten entre orgánico y libre de gluten, los abuelos desenvuelven un caramelo con una sonrisa cómplice que dice: “Tu mamá no tiene por qué enterarse”. Ja.

Y ahí reside su genialidad. Porque, ¿quién puede competir con alguien que guarda chocolates en su bolsa y siempre tiene tiempo para escuchar sobre dinosaurios durante horas? Nadie, absolutamente nadie.

Amén de los dulces y las risas, los abuelos son mucho más. Son historiadores orales, guardianes de la memoria familiar, e incluso un recordatorio viviente de que no importa cuán avanzada esté la tecnología, algunas cosas jamás podrán ser sustituidas: el calor de un abrazo, la sabiduría de un consejo, o el simple acto de sentarse juntos a observar insectos.

Los abuelos apuntalan a sus nietos con tiempos pasados, y al hacerlo, promueven los aspectos más importantes de la infancia. Ellos son el equilibrio perfecto entre el caos de los días modernos y la serenidad de lo que alguna vez fue. Son anclas del alma.

Así que, la próxima vez que veas a un niño corriendo hacia los brazos de su abuelo, recuérdate ahi: no era solo por las golosinas, era porque en ese abrazo estaba todo lo que necesitabas para sentirte seguro, querido, feliz… lo que necesitabas para ser tú. PdC.

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