Con la llegada de la pandemia de COVID-19 se desató el debate en torno a la aplicación de las vacunas, de sí son o no un riesgo para la salud, lo cierto es que el sarampión es un ejemplo de que los biológicos contra enfermedades como ésta pueden salvar muchas vidas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) refiere que antes de que se introdujera en 1963 la vacuna contra el sarampión y se generalizara su uso, cada dos o tres años se registraban importantes epidemias de este mal que llegaban a causar cerca de dos millones de muertes al año.
El sarampión es una enfermedad muy contagiosa y grave causada por un virus de la familia de los paramixovirus que se transmite a través del contacto directo y del aire, lo que provoca la infección del tracto respiratorio y se extiende al resto del organismo.
¿Cómo se transmite el sarampión?
Se propaga por la tos y los estornudos, el contacto personal íntimo o directo con secreciones nasales o faríngeas infectadas, y puede ser transmitido por un individuo infectado desde 4 días antes hasta 4 días después de la aparición de la erupción de la piel o exantema.
La fiebre alta es el primer signo que comienza unos 10 a 12 días después de la exposición al virus y dura entre 4 y 7 días. En la fase inicial, la persona puede presentar rinorrea, es decir, goteo nasal; también tos, ojos llorosos y rojos, y pequeñas manchas blancas en la cara interna de las mejillas.
Al cabo de unos tres días aparece un exantema, generalmente en el rostro y la parte superior del cuello, que va extendiendo, acabando por afectar a las manos y pies. La erupción en la piel dura 5 a 6 días, y luego se desvanece. El intervalo entre la exposición al virus y la aparición del exantema oscila entre 7 y 18 días (media de 14 días).
Los niños pequeños no vacunados son quienes corren mayor riesgo de sufrir el sarampión y sus complicaciones, entre ellas la muerte. Las mujeres embarazadas sin vacunar también constituyen un importante grupo de riesgo.
Sin embargo, cualquier persona que no esté inmunizada ya sea mediante la vacuna o que haya sufrido la enfermedad puede contraer el sarampión.
El sarampión en sí, no es mortal, las complicaciones de esta enfermedad son las causantes de las muertes que son más frecuentes en menores de cinco años y adultos de más de 30, refiere la organización mundial.
Las complicaciones más graves son: ceguera, encefalitis (infección acompañada de edema cerebral), diarrea grave (que puede provocar deshidratación), infecciones del oído y respiratorias graves, como la neumonía.
La OMS enfatiza que los casos graves son especialmente frecuentes en niños pequeños malnutridos, y sobre todo en los que no reciben aportes suficientes de vitamina A o cuyo sistema inmunitario se encuentra debilitado por el VIH/SIDA u otras enfermedades.
La vacunación sistemática de los niños contra el sarampión, combinada con campañas de inmunización masiva en países con elevada incidencia y mortalidad son estrategias de salud pública fundamentales para reducir la mortalidad mundial por sarampión.
La vacuna contra el sarampión, que se viene utilizando desde hace más de 50 años, es segura, eficaz, y suele juntarse con otros biológicos contra la rubéola y/o la parotiditis. Su eficacia es similar tanto si se administra aisladamente como si se combina con estas vacunas, refiere la OMS.
El sarampión es otra de las enfermedades que gracias a que nos vacunaron cuando pequeños, millones de personas ahora adultas estamos vivos ya que es un mal que puede provocar epidemias que causan muchas muertes, especialmente entre menores de edad malnutridos.
Aunque señala el organismo de salud que en países donde el sarampión ha sido prácticamente eliminado, los casos importados de otras naciones siguen siendo una importante fuente de infección. PdC.