Ser maestro no es fácil y a veces lidiar con una serie de factores los lleva a no superar la prueba que a la larga alteran su estado mental. Y es que imagínense…
“La docencia es un dar continuo: clases, conocimientos, experiencias, tiempo, a sí mismo. A veces uno encuentra eco en los estudiantes y existe satisfacción, cariño y reconocimiento; sin embargo, no suele decirse que también es potencialmente riesgosa para la salud mental.
Desvelarse, preparar clase, calificar, resolver conflictos con los estudiantes y entre ellos, enterarse de las experiencias difíciles que les toca vivir a los alumnos, recibir una recompensa que no se percibe equilibrada o justa con respecto al esfuerzo empleado; todo ello produce un desgaste que afecta a los profesores”.
Comenta el coordinador de Profesionalización Docente de la Coordinación de Universidad Abierta, Innovación Educativa y Educación a Distancia (CUAIEED), Guillermo Martínez Cuevas.
Los maestros para bien o para mal son el ojo de la crítica, siempre están bajo la observación de la lupa.
En la conferencia sobre Salud mental docente, la profesora en el área de Psicología en la Facultad de Estudios Superiores Zaragoza (FESZ), de la UNAM, Sara Unda Rojas, expuso que el estrés y el síndrome de burnout son antecedentes de alteraciones de la salud mental.
Aclaró que es un estado de bienestar mediante el cual los individuos reconocemos nuestras habilidades, hacemos frente al estrés normal de la vida y trabajamos en forma productiva y fructífera para contribuir a nuestras comunidades. No obstante, en los profesores a menudo se deteriora.
La profesora comentó que de acuerdo a estudios que ella ha realizado, los resultados muestran que las mujeres presentan mayor desgaste psicológico e indolencia.
En cambio los maestros sin pareja tienen menor ilusión y mayor insensibilidad con sus estudiantes. En tanto, los profesores que cuentan con mayor ilusión son los del turno vespertino; y mayor desgaste, los del matutino.
Los maestros de primaria tienen más desgaste, y los de secundaria mayor desinterés.
A su vez, el profesor universitario en ese ámbito, se genera malestar y desgaste, además hay bajo reconocimiento social. Se trata de un trabajo supervisado, evaluado para lograr la calidad, pero eso puede generar dificultades para los mentores, como una relativa pérdida de autonomía.
Asimismo, se incrementó la carga académica, hay modificaciones curriculares continuas, y una cantidad importante de estudiantes y grupos a cargo.
También deben ser exitosos, tener reconocimientos nacionales e internacionales, conseguir financiamiento para sus proyectos, dar clases frente a grupo y tutorías, manejar las tecnologías de comunicación e información, presentar resultados, etcétera.
Hay que responder a esas condiciones de exigencia; pero eso tiene repercusiones como generar dificultades, sobrecarga, un clima que poco favorece la solidaridad, problemas con los jefes y supervisores, etcétera. Aunado a ello, las jornadas laborales siempre rebasan la condición de lo establecido, enumeró Sara Unda.
Esta situación produce reacciones emocionales negativas, agresividad y repercusiones en la salud mental. El síndrome de burnout que sufren varios docentes es resultado de la exposición al estrés laboral crónico.
No se da de un día para otro, es un proceso que supone una serie de etapas que se manifiestan en deterioro cognitivo, afectivo y actitudinal, en la pérdida de la ilusión por el trabajo, agotamiento y desgaste emocional, y la indolencia “que nos hace sentir mal, porque no somos así”.
Dichas afectaciones rompen el sentido de eficacia, esencial en la enseñanza, y generan dificultades de memoria y para procesar información. El burnout se asocia con problemas de sueño, somnolencia y fatiga, condición relacionada con trastornos ansiosos y depresivos, explicó la especialista.
Para enfrentar esta situación –prosiguió– es necesario que las instituciones promuevan un programa de bienestar sustentado en la evaluación y diagnóstico de las condiciones que propician el estrés y ese síndrome, y establecer medidas de corte organizativo, grupal e individual.
Asimismo, regresar a un clima solidario, con grupos de apoyo; fomentar la colaboración y no la competitividad, evitar el aislamiento y establecer condiciones favorables para hacer frente a casos de estrés y desgaste, considera la especialista en el área de psicología. PdC.
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