Otro de los protagonistas de las cenas de Navidad y de Año Nuevo es el gallopavo, el huexolotl, bueno para que me entiendan, el guajolote mejor conocido como pavo que por su sabor y versatilidad es el favorito para celebrar estas dos fechas importantes.
Nos vamos enterando por el académico del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM, Raúl Valadez Azúa que el guajolote es el primer animal doméstico de Mexico y que es un regalo de nuestra nación para el mundo porque se produce y consume en los cincos continentes.
El investigador cuenta que todo guajolote (Meleagris gallopavo) que existe es descendiente de los que se criaban en el centro del país hace tres mil años.
Dice que no está en peligro de extinción, pero en comparación de otras aves de corral como los gallos y gallinas, la cantidad de éste es reducido. Por eso sugiere un programa de rescate para incentivar su consumo, valoración, conocimiento y tradiciones.
“Lo necesario para que se integre a nuestra cotidianeidad material y alimentaria”.
Y tiene toda la razón el experto, pues no sé si suceda en todos los hogares, pero en lo particular el guajolote o pavo lo consumimos solo en estas fechas, no forma parte de la dieta diaria, aunque pensándolo bien deberíamos de comerlo más frecuentemente.
En vida silvestre los guajolotes anidan en los macollos, es decir, en las zonas de pastizales altos donde se pueden esconder.
Esos animales se adaptaron durante dos mil o tres mil años al espacio humano, hasta llegar a ser domésticos. Los restos más antiguos de guajolotes domésticos están, en su mayoría, en la cuenca de México y datan de hace aproximadamente tres mil 200 años.
Su uso principal fue como alimento; también se utilizaban los huesos y plumas como materia prima para la elaboración de herramientas, objetos diversos y adornos.
Con el tiempo, junto con el aspecto material, se crearon esquemas rituales, sobre todo asociados al agradecimiento a los dioses. “En muchas prácticas de tiempos prehispánicos el sacrificio de esos animales se hacía con un sentido simbólico, equivalente al sacrificio de personas”.
La utilización en ofrendas, especialmente en eventos funerarios, fue una práctica temprana. Es común encontrar entierros donde hay restos de guajolotes, adultos o crías, que servían de “alimento” al difunto, aclaró el investigador. PdC.
Foto de Monstera.