Dice una máxima popular: “el que se duerme se lo lleva la corriente”, entonces si se quedaron con la idea de que dormir es perder el tiempo, nada más erróneo, por el contrario, es recargar “pila”, es “recetear” al cerebro, “darle vida” a nuestro organismo.
Dormir nos ayuda para consolidar la memoria, el aprendizaje, estar de mejor ánimo, controlar la tensión, tener un buen nivel de alerta durante el día para evitar accidentes de cualquier tipo.
O sea que a dormir se ha dicho, bueno, no, primero leamos lo que dice el maestro en Psicobiología por la Facultad de Psicología de la UNAM, Ulises Jiménez Correa, respecto a las alteraciones en el organismo cuando tenemos una mala calidad del sueño.
Dice que es tan importante dormir que nos ayuda a tener un mejor sistema inmune, y prevenir las principales causas de muerte que hoy se identifican con diabetes, hipertensión, evento cerebrovascular y algunos tipos de cáncer.
Quien lo iba a decir, antes las creencias de los padres y de los abuelos eran que si dormíamos de más era por flojera, por solo perder el tiempo.
Pero regresemos a lo que nos dice el psicólogo e investigador adscrito a la Clínica de Trastornos del Sueño (CTS) de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, Ulises Jiménez, sobre las alteraciones del sueño.
Señala que éstas consisten en insomnio y también en situaciones como el trastorno del ritmo circadiano con la fase atrasada del sueño, situación que presentan más de 50 por ciento de los adolescentes.
Refiere que todos estamos en riesgo de dormir mal por diferentes factores propios a cada grupo de edad. Los niños y adolescentes por el sobreuso de dispositivos electrónicos, uno de los principales factores que les atrasan la fase de sueño y les ocasiona dormir más superficial, y disminuir el sueño profundo.
En cuanto a adultos en edad productiva, ahora que volvimos a la presencialidad se retomó esa alta prevalencia de lo que llamamos síndrome de sueño insuficiente, que es estar privados de dormir de “manera voluntaria” porque me tengo que despertar temprano.
En adultos mayores el tema de otras enfermedades y el consumo de medicamentos, aunado a menor necesidad de dormir, incrementa la prevalencia del insomnio.
“La pandemia vino a modificar nuestra manera de dormir definitivamente. Hizo que la gente se levantara y acostara un poco más tarde, y fue desfasando necesariamente el ciclo de sueño.
Al estar en confinamiento también se presentó una disminución de la actividad física, y eso nos hizo subir de peso, lo cual provocó que existiera un incremento en la prevalencia del ronquido”. PdC.
Foto de Karolina Grabowska.