Cuántas veces hemos caminado por el bosque o por un jardín o simplemente por las aceras de las calles y hemos observado las raíces de los árboles sobresalir, expuestas a la intemperie, cuando debieran estar debajo de la tierra.
No lo van a creer, pero resulta que las raíces fuera de la tierra aportan mucha información respecto a la erosión del suelo, por ejemplo, conocer a qué ritmo se degrada un sitio, que tan rápido o lento se va perdiendo suelo.
Se trata de un método pionero en nuestro país que permite mediante las raíces de los árboles, estudiar la tasa de erosión hasta en 100 años.
El investigador del Instituto de Geografía (IGg) de la UNAM, Osvaldo Franco Ramos, refiere que el método se puso en práctica en los depósitos del Paricutín, Michoacán y en Huasca, Hidalgo, sitios en los que se registran altas tasas de deterioro.
Las raíces expuestas son ocasionadas por la erosión hídrica con la que es posible estudiar y determinar con precisión en qué momento quedaron descubiertas.
En Paricutín, abundó, se analizó una especie de pino llamada Pinus pseudostrobus, mientras que en Huasca se estudiaron dos: Juniperus deppeana y Pinus patula. Se eligieron porque son las que dominan en cada zona, y permiten efectuar dataciones con precisión anual o subanual.
Como parte de los estudios de dendrogeomorfología, “identificamos las raíces vivas que están expuestas por erosión laminar o concentrada, para luego hacer un muestreo y diferentes cortes de secciones transversales, en posiciones diversas a lo largo de la raíz, para saber cómo se fue ensanchando la cárcava”.
En el laboratorio, las muestras se dividen en: análisis macroscópico, para su fechamiento y medición; “ahí vemos en qué momento la raíz tuvo un disturbio, una especie de anomalía que sugiere que entró en estrés por las condiciones ambientales”.
Y microscópico, en el cual se miden las células, diámetro y grosor de sus paredes, etcétera, para graficar esas mediciones, ver cambios abruptos en el tiempo y determinar en qué momento se expuso la raíz.
El fechamiento es preciso, no solo anual, incluso es posible saber la estación del año en la que la raíz fue expuesta.
A partir de esos datos, también se puede reconstruir la evolución de una cárcava -concavidad formada por la erosión de las corrientes de agua- cuándo se comenzó a formar, a qué ritmo crece, etcétera y, por supuesto, las tasas de erosión en algún sitio, ladera, y también de toda una cuenca.
Esos datos se relacionan con variables ambientales, en particular precipitación, para precisar si el origen fue una lluvia torrencial, o el cambio de uso de suelo, por ejemplo.
Los estudios se apoyan con vuelos de dron para elaborar modelos digitales de terreno en diferentes fechas y comparar cambios topográficos en el tiempo a corto plazo.
Además de las tasas de erosión descubiertas, los científicos encontraron que las especies mexicanas analizadas son sensibles a la erosión a nivel microscópico.
“Identificamos que cuando la raíz ya está muy cerca de la superficie, a pocos centímetros, comienza a tener un cambio anatómico, en la configuración celular”.
Osvaldo Franco refirió que este conocimiento se puede emplear en diversas partes de México donde exista una problemática importante de erosión y árboles con anillos anuales para ser fechados; por ejemplo, el centro de México o las partes altas de las sierras madres.
Junto con el uso de otras técnicas geoespaciales como Sistemas de Información Geográfica y ecuaciones, se puede tener una visión más amplia y proponer prácticas de reforestación, conservación o uso adecuado de prácticas agrícolas para no dañar severamente el suelo. PdC.
Foto de Magda Ehlers.