El suicidio en México ha aumentado de manera considerable; está asociado a una creciente violencia y a sentimientos de frustración, impotencia y desesperanza, explica la profesora de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, Paulina Arenas Landgrave.
La falta de habilidades ante los retos que se presentan no les permite a las personas lograr lo que quieren; está vinculada con este sentimiento de malestar, de desesperanza, que genera sufrimiento emocional, señala.
El comportamiento suicida es complejo y se ha presentado a lo largo de la historia de la humanidad. A partir de la psicología clínica es una conducta que se genera debido al sufrimiento emocional que vive una persona en un contexto específico.
“Se puede manifestar con sentimientos de mucha frustración, hartazgo, fastidio, enojo, desesperanza, tristeza profunda y pérdida del sentido de la vida”, precisa.
La académica agrega en entrevista que se trata de un fenómeno social en donde tiene que ver lo que le ocurre a la persona a nivel interno, pero también el contexto social.
“Lo que lleva a una persona a sentirse con ganas de quitarse la vida tiene que ver con el contexto en que está viviendo, cuando le genera un alto nivel de sufrimiento emocional. Influyen en el individuo la pareja, los amigos, la familia y la sociedad en conjunto”, destaca.
También intervienen factores como los tipos de violencia, consumo de sustancias tóxicas, enfermedades con dolor crónico y problemas de salud mental como depresión, ansiedad, bipolaridad, alteraciones de personalidad y psicosis, abunda.
Con base en datos de la Secretaría de Salud y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, la psicóloga enfatiza que en nuestro país el fenómeno aumentó 435 por ciento de 1990 a 2021; afecta principalmente a los jóvenes.
“Actualmente es la tercera causa de muerte en personas entre 15 y 24 años, rango en que se ubican la mayoría de los estudiantes de nuestra Universidad. Además, es la cuarta causa de muerte entre el grupo de 10 a 14 años, lo que es muy preocupante”, afirma.
Arenas Landgrave menciona que el comportamiento suicida tiene que ver con dos elementos: la ideación suicida (ideas recurrentes sobre la muerte, incluso planes para realizarla) y los intentos (ocasiones en que se quiere efectuar, pero no se concreta).
En ambos casos anteceden pensamientos como el sinsentido de vivir, qué hago aquí, nada de lo que hago me funciona, mi existencia no tiene sentido, etcétera. “Estas ideas pueden aumentar la probabilidad de que las personas intenten lastimarse, y hay que estar muy atentos a ellas”, alerta.
Para la experta, el mundo de las redes sociodigitales muestra que no hay un adecuado manejo de nuestras habilidades sociales, que tampoco se han desarrollado a la par de las tecnológicas.
Su impacto está vinculado con las que tenemos para manejarnos dentro de las redes. “Por ejemplo, si yo estoy pendiente de que pongan like porque me genera un estado de bienestar, y más bien tengo comentarios negativos, claro que esto tiene un impacto importante en mi estado emocional”.
La falta de destrezas sociales para una interacción efectiva con otras personas, a fin de poner límites y expresar lo que necesitamos, ha causado gran impacto de las plataformas, donde estamos expuestos a engaños y personas anónimas. PdC.