CDMX, Noviembre 14/23.- La diabetes es un mal crónico cuyos elevados niveles de glucosa en sangre –asociado a la deficiencia de insulina– atacan el corazón, riñones, retina, nervios periféricos y prácticamente a toda la economía del organismo.
El consumo de alimentos con bajo nivel nutricional y altos índices glucémicos, como las papas fritas, refrescos, pan, pastas y harinas, entre otros, además de generar sobrepeso y obesidad, elevados niveles de colesterol y triglicéridos, ponen en riesgo total nuestra salud.
Los expertos nos dicen que este tipo de alimentación lleva a complicar este mal que afecta a la población mundial con una alta prevalencia. Prácticamente 537 millones en el planeta viven con diabetes y para 2045 se proyecta que la cifra alcanzará 783 millones.
La diabetes no respeta género, edad, ni estatus social, además de que numerosas personas la padecen sin saberlo, alerta Sergio Alberto Mendoza Álvarez, académico de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Medicina de la UNAM.
Los pacientes diabéticos presentan elevada morbimortalidad (número de muertes ocasionadas por una enfermedad) en relación, fundamentalmente, con las complicaciones crónicas, tanto microvasculares (retinopatía, nefropatía, neuropatía), como macrovasculares (cardiopatía isquémica, enfermedad vascular periférica y enfermedad cerebrovascular).
Las comorbilidades más importantes en los diabéticos son: obesidad, daño renal, colesterol alto y las enfermedades cardiovasculares.
Un 40 por ciento, de las personas que viven con diabetes tienen daño renal, 30 por ciento colesterol alto y, por lo menos, un 30 por ciento más tiene sobrepeso u obesidad.
La diabetes es un padecimiento que conduce a otro tipo de complicaciones como triglicéridos altos, disminución de colesterol “bueno” y el aumento del “malo”, lo que lleva a la acumulación de placas en las arterias que impidan buena circulación sanguínea hacia el cerebro, corazón y las arterias lejanas, detalla Mendoza Álvarez.
Entre los principales factores de riesgo están los antecedentes familiares: si uno de los padres, hermanos o tíos la tienen, aumenta hasta tres veces la probabilidad; los fumadores 30 por ciento más de posibilidad, además de alguna enfermedad cardiovascular; asimismo, quienes padecen hipertensión, aunado a la vida sedentaria o falta de ejercicio.
En ese sentido, apunta que hay dos llaves maestras: el deporte es una no farmacológica que abre la puerta para que entre la glucosa entre los tejidos y se ocupe como energía, en lugar de acumularse en la sangre; la otra es farmacológica, es decir, la metformina, medicamento antidiabético, para coadyuvar a disminuir la resistencia a la insulina, y facilita que la glucosa finalmente sea ocupada por cada uno de los órganos.
Los pacientes con diabetes que no llevan un control de la enfermedad pueden presentar pie diabético al producir daño en vasos sanguíneos y nervios. Se trata de una disminución del flujo de sangre en las arterias grandes, con repercusión en las arterias y capilares pequeños de los dedos de manos y pies, incluso en la parte superior de las piernas.
“Es como un daño crónico que poco a poco comienza a taparlas debido a la inflamación crónica, que ocasiona una toxicidad sistémica y se produce acumulación de grasa en las paredes de estas causando insuficiencia”.
Un marcador importante para los médicos es la neuropatía diabética: cuando un paciente tiene esta afección significa que lleva años sin un adecuado control, lo que afecta sus terminaciones nerviosas produciéndole hormigueos, sensación de picazón o ardor en la llamada “zona de guante y calcetín”; es decir, en pies y manos, por lo regular por las noches.
Cuando una persona es declarada diabética debe ser consciente de llevar un manejo adecuado; sin embargo, solo tres de cada diez se apegan al tratamiento.
36 por ciento tiene un control de metas en su hemoglobina glicosilada, un marcador en sangre que mide el nivel promedio de glucosa o azúcar durante los últimos tres meses y permite vigilancia correcta de la enfermedad.
Por cada uno por ciento de descenso de la hemoglobina glicosilada, inmediatamente podría disminuir en 20 por ciento el riesgo de un infarto; 43 por ciento la posibilidad de amputación; 37 por ciento de enfermedad microvascular, renal o neuropatía diabética; 21 por ciento la muerte por otras casusas asociadas; 19 por ciento la cirugía por catarata; 16 por ciento el riesgo de insuficiencia cardíaca; y 14 por ciento de infarto del miocardio. PdC.
Foto de Nataliya Vaitkevich.