Por Bernat del Ángel.
Hace unos meses, un nuevo motor de búsqueda llamado Perplexity recibió elogios desmedidos. Para los orgánicos online, era “la cúspide absoluta de la tecnología de inteligencia artificial.”
Ejecutivos de IA (Inteligencia artificial) lo aclamaron como “lo mejor desde los tacos al pastor.”
A ver, lo anterior lo he tropicalizado un poco. Una licencia creativa, jocosa y de origen que no otorga la IA.
Este invento es, quizás, el desarrollo más aterrador que he presenciado en mis cuarenta años como aprendiz de escritor disciplinado.
Perplexity se comercializa como un “motor de respuestas.”
En lugar de lanzar una lista de enlaces, el comportamiento esperado de un buscador, genera un párrafo conciso en tiempo real, justo frente a tus ojos. Funciona un poco como ChatGPT, pero es mejor localizando los hechos más fiables sobre un tema y regurgitándolos en un resumen vívido y humano. Perplexity también puede mantener una conversación contigo, recomendando preguntas de seguimiento más detalladas para precisar la información buscada.
Y ahí radica lo espeluznante: no hay necesidad de ir a otro sitio. Si un usuario está satisfecho con las respuestas de Perplexity, podría nunca hacer clic en otro sitio web de alguna publicación, y ese tráfico de búsqueda es el alma de los medios. Boom.
Pero, ¿cuántos usuarios realizarán investigaciones adicionales para verificar la exactitud de una respuesta? Al mantener a los lectores fuera de las páginas, como la de “Pláticas de café” (lejos de los anuncios que podrían ver) y privarnos de cualquier donación o suscripción que se acumule con sus visitas, la búsqueda generada por IA dificultará aún más que podamos pagar las cuentas.
Google está probando su propio motor de respuestas, llamado Search Generative Experience, o SGE. Microsoft ya ha lanzado su versión de la tecnología a través de Bing.
Ambas compañías anticipan un día en que hacer clic en el material de origen se sentirá tan anticuado como usar un catálogo de fichas en una biblioteca. Fuaaa.
¿Por qué lo hacen? Dinero, supongo. De esta manera, las plataformas de búsqueda mantienen más del tráfico web, y de los ingresos publicitarios, para sí mismas. Google, por sí solo, posee alrededor del 92 por ciento del mercado global de búsquedas. Cuando termine de integrar SGE en sus funciones principales, bueeeno, ¿Me explico?
Lo intento: los medios mueren cuando no hay visitas, los escritores talentosos no encuentran trabajo, y nosotros, como lectores, perdemos voces diversas, reportajes en profundidad y esos giros de frase sorprendentes que solo los humanos podemos crear.
Este es un golpe mortal no solo para los escritores, reporteros o editores, sino para la industria de internet misma. Al reducir la cantidad de periodismo en el mundo, la búsqueda impulsada por IA destruirá efectivamente a la gallina de los huevos de oro. El reportaje de clase mundial que publica cualquier revista o periódico no se puede juntar, al vuelo, a partir de conjuntos de datos aleatorios.
Las investigaciones llegan a tardar meses. Se invierten cientos de miles al año en escritores, luego en editar y verificar sus hallazgos.
Perplexity lo obtiene todo gratis. Cuando las salas de redacción y las editoriales mueran, ¿qué quedará para buscar? ¿Qué harán los motores de respuesta cuando las personas que dedicaron tiempo y dinero a encontrar todas esas respuestas ya no estén?
En esta guerra entre la tinta y la absurda evolución tecnológica, nos encontramos en una encrucijada. La pregunta ya no es si debemos adaptarnos, sino cómo sobreviviremos mientras lo hacemos. Porque al final de todo, lo que está en juego no es solo el futuro del periodismo, la escritura, sino el derecho fundamental a una información precisa y bien investigada.
Así que, mientras Perplexity y sus hermanos tecnológicos avanzan, nos queda preguntarnos: ¿quién será el verdadero perdedor en este juego de tronos digital? Y sí, es queja. PdC.