Por Bernat del Ángel.
Ah, el café. Ese elixir oscuro que regresa el alma a los cuerpos y, aparentemente, también da vida a los riñones. Porque si algo mueve las pasiones de los investigadores, es este brebaje que desliza nuestra conciencia entre la vigilia y el ensueño, y que, de paso, parece hacer que nuestros riñones bombeen como si se prepararan para correr una maratón. ¿Pero realmente lo hacen? Pues la ciencia, siempre puntillosa, tiene mucho que decir al respecto.
Un grupo de científicos en Estados Unidos acaba de encender una pequeña polémica en torno a este oscuro néctar de los dioses. La primera ronda comenzó con la publicación de un estudio cuyo título es tan prometedor como una taza recién servida: “El consumo de café podría mitigar el riesgo de lesión renal aguda”. Es decir, más café igual a menos problemas renales.
Según ellos, la ecuación es tan simple como contar cuántas tazas te has tomado en el último año (y cuidado, que aquí no valen medias tazas ni esa dosis extra de crema).
Los investigadores examinaron los hábitos cafeteros de más de 15,000 personas de mediana edad. ¿El resultado? Los más devotos al café, esos que no dejan de llenar la taza, parecen tener menos episodios de lo que en jerga médica llaman “lesión renal aguda” o LRA, para los amigos. O, al menos, eso sugieren sus datos.
Pero, como siempre en la comunidad científica, no todos están de acuerdo. Y aquí es donde las cosas se ponen interesantes. Otro grupo de investigadores, al parecer no tan fans del café, respondió con una teoría que dejó a más de uno echando espuma por la boca: el “agua”, esa humilde y aparentemente inofensiva sustancia que acompaña nuestras tazas, podría ser el verdadero héroe de esta historia. ¿Es posible, dicen ellos, que no sea el café, sino el agua que lo compone, la que mantiene a nuestros riñones en forma?
Los partidarios del café, evidentemente ofendidos por la insinuación, contraatacaron: “Vale, quizás”, dijeron con el ceño fruncido, “pero hay estudios que prueban que el café puede deshidratarte”. En este punto, citaron a una tal Sophie Killer (sí, ese es su apellido, lo que automáticamente la convierte en la protagonista más perrona de esta historia).
Y así, la discusión siguió, en un ir y venir que me mareó. Hasta que, desde el otro lado del mundo, en China, Corea del Sur y la República Checa, otro grupo de científicos decidió mediar. Su veredicto, en resumen: “Sí, el café hace cosas a los riñones, pero también hace otras cosas, y no siempre podemos estar seguros de cuáles”. Ta-dá, típico en la ciencia.
Pero hey, esto no acaba aquí. Mientras estos eruditos discutían si el café te arruina o te salva los riñones, otro equipo en Taiwán estaba más preocupado por salvarnos de… ¡el COVID-19!
Traka-ta, ¿Cómo te quedas?
Así es, el café, el gran aliado matutino, podría tener un as bajo la manga. Según un estudio con células de riñón humano (sí, de nuevo los riñones), el café podría reducir la capacidad al SARS-CoV-2 de infectarnos. Y no solo el café con cafeína, sino también su modesto primo, el descafeinado. Cierra la boca.
Imagina: una simple medida de café podría, en teoría, disminuir tus probabilidades de contraer COVID-19, incluso contra variantes como la Delta y Omicron. Todo esto, claro, dentro de las primeras seis horas después de beberlo. Ahora sí, beber café no solo te despierta y te vuelve persona, ¡sino que podría ser un escudo contra pandemias!
Y bueno, tanto si amas el café como si prefieres mantenerlo a raya, hay algo en lo que todos podemos estar de acuerdo: el café es mucho más que una bebida. Es un tema de debate científico, un objeto de estudio y, por qué no, una excusa perfecta para seguir sirviéndonos otra taza… o dos. Porque, al fin y al cabo, si el café no puede curarlo todo, al menos nos hará sentir un poquito mejor mientras lo intentamos. ¡Venga, tu taza y al lío! PdC.