Catherine Deneuve vuelve a escena —y qué escena— con La esposa del presidente”, una comedia política francesa que huele a Chanel N°5, pero se sirve con una cucharada de vinagre. Dirigida por la debutante Léa Domenach, esta no es una biopic más, sino una mirada afilada, irónica y bastante entretenida sobre Bernadette Chirac, la mujer que pasó demasiado tiempo a la sombra de su marido, el expresidente francés Jacques Chirac, hasta que dijo: “¡Ya basta, carajo!”

¿Precisión histórica? No pasa nada, una voz celestial al inicio de la peli ya advierte: “Esto es más o menos real”. Y eso es lo de menos. Porque La esposa del presidente” no trata tanto sobre Francia como sobre el despertar —y la reinvención— de una mujer ignorada, traicionada y, aun así, con una clase que ni Hillary ni Melania juntas podrían fingir en sus mejores días.

Catherine Deneuve, con sus 80 años a cuestas, encarna a Bernadette con una mezcla sublime de sarcasmo, contención y mirada asesina. La mujer aguanta desprecios públicos, amantes italianas, y ser relegada al asiento del copiloto mientras el marido charla con la hija favorita atrás. Pero no se victimiza. Se lanza a escena como una emperatriz caída en desgracia que, en vez de llorar, se maquilla, despide al chofer y se reinventa a ritmo de ABBA.

La esposa del presidente” navega entre la farsa, el retrato político y el pop con referencias que van de Lady Di a Karl Lagerfeld, sin perder el hilo ni el humor. Léa Domenach y su guionista Clémence Dargent construyen una sátira elegante pero punzante. Aquí no hay feminismo de pancarta, sino una sororidad más sutil: la de una mujer de derecha que, contra todo pronóstico, se vuelve icono mediático sin traicionar sus principios ni su peinado.

Los momentos cómicos son finos, casi británicos, y si bien puede que al espectador latino promedio se le escapen algunas referencias políticas (spoiler: repasa Wikipedia antes de la función), Catherine Deneuve se encarga de mantenerte enganchado con su timing quirúrgico y su capacidad para decir más con una ceja levantada que cualquier discurso presidencial.

Y sí, La esposa del presidente” es ligera, pero no superficial. Detrás del tono juguetón hay un retrato incisivo de una época, un matrimonio por conveniencia, y una mujer que aprendió a navegar el poder desde la periferia. No cambia el mundo, pero lo observa con lucidez.

Resumo: La esposa del presidente” no es una gran épica, ni pretende serlo. Es una delicia irónica que se apoya en una Catherine Deneuve brillante, que convierte la resignación en revancha con una sonrisa de media comisura. Una película que no grita, pero dice verdades.

Y vaya que se agradece. Buena. PdC.

Crítica de Antelmo Villa.

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